Cataluña vuelve a estar en horas bajas en cuanto a inversión extranjera, una situación que no se vivía desde la vorágine del procés. En vez de hacer triunfalismo económico, el Govern de Pere Aragonès debería cuidar la atracción de capital internacional, una de sus tareas como president por lo que implica a nivel de creación de riqueza y de puestos de trabajo.
Es cierto que la región, y muy especialmente su capital, siguen captando grandes proyectos de multinacionales. Sin embargo, este descenso en la llegada de capital exterior no se ha registrado en comunidades como Madrid.
Una de las claves puede estar en la fiscalidad: si bien no es el factor más importante a la hora de decidir el destino de una inversión, tener unos impuestos competitivos sí contribuye a crear un ambiente amable para los negocios. Dar una imagen de infierno fiscal, en cambio, ahuyenta al capital.