El sicofante que sobreactuó
Hay siervos de la gleba que, siempre deseosos de quedar bien con su señorito, la acaban cagando al incurrir en una penosa sobreactuación. Véase el reciente caso del delegado del gobierno en Madrid, Francisco Martín Aguirre, un ingeniero de montes pasado por la Universidad Politécnica, de 41 años de edad, quien no tuvo mejor idea que alabar en público la contribución a la felicidad de los españoles del partido abertzale Bildu, que, según él, ha resultado de mayor utilidad social que todos esos del PP que van por ahí con la banderita española en la pulsera. Intuyo que el exordio estaba encaminado a medrar un poco más en el PSOE, pero el señor Martín ha acabado pegándose un tiro en el pie, pues se le han rebotado sociatas a porrillo, gente consciente de que no ha habido más remedio que abordar las cuestiones de estado con los enemigos del estado (gracias, en parte, a Albert Rivera y su renuncia en su momento a la vicepresidencia del gobierno que le ofrecía Pedro Sánchez: a la fuerza ahorcan), pero que no conviene blasonar de ello, sobre todo cuando estamos tan cerca de unas elecciones generales cuyas encuestas se muestran claramente favorables para la derechona.
Ya puestos, Martín optó por mentir, asegurando que Bildu había apoyado las medidas anti pandemia de la administración Sánchez, cuando lo único que hizo (siete veces) fue abstenerse. El ingeniero se pasó de frenada. Increpar al PP viene con el territorio, como dirían los anglosajones, pero convertir a los separatistas de Bildu en salvadores de España (una gentuza a la que hay que recordarle que no es de buen tono incluir en sus listas electorales a asesinos patrióticos) es buscarse la ruina, no ya solo entre quienes nunca te votarán jamás, sino también entre los miembros de tu propio partido a los que nunca les hizo gracia tener que recurrir a Bildu (o a ERC). El apoyo de Bildu se acepta (porque no hay más remedio), pero no se comenta ni mucho menos se ensalza (porque es veneno para la taquilla). Menos mal que Collboni se ha hecho con la alcaldía de Barcelona, dando una alegría a su jefe de filas, pues si éste debe depender del abrazo (del oso) de personajes como Francisco Martín, que Dios lo coja confesado.
Son los peligros de la sobreactuación: cabreas a tus adversarios políticos y molestas a tus propios camaradas. Creo que el PP ya ha pedido la dimisión de Martín como delegado del gobierno en Madrid, por lo que no sería de extrañar que pronto lo viéramos ocupando un cargo diferente, pues ése es de los que ha entrado en el PSOE para quedarse. Cual cura pedófilo desterrado a Sudamérica, pronto lo encontraremos ocupando un sillón algo más discreto. Le recomiendo que trate de disfrutarlo, ya que algo me dice que el 24 de junio puede que no quede ninguno disponible. Ni para él ni para muchos de sus correligionarios.