Camil Ros
Aunque hace tiempo que perdió la esencia de antaño, el 1º de mayo se mantiene como esa fecha en la que los sindicatos sacan a los trabajadores a la calle (por cierto, cada vez a menos) para reclamar sus derechos y su papel relevante como agente social. El esfuerzo es loable y palpable, casi tanto como el hecho de que las figuras de las centrales hace tiempo que han caído en la más absoluta intrascendencia.
Sin independencia económica ni política, los sindicatos han encontrado en su actual cometido una manera de vivir más que un modo de luchar por derechos y libertades por los que, pese a las conquistas del pasado, hay que pelear a diario porque siempre hay quienes están dispuestos a arrebatarlas. Para los máximos dirigentes sindicales, todos los días deberían ser 1 de mayo, sin importar quién gobierne, sin importar el camino recorrido.