Linchamiento patriótico
El desahogo en TikTok de una enfermera gaditana que trabaja en Barcelona, Begoña Suárez, le está costando caro. Demasiado caro, diría yo, pues ha conseguido cabrear a lo más siniestro del inframundo lazi, que es implacable con los débiles. Hasta le ha caído una fatua de Lluís Llach, quien clama por su despido fulminante (y una serie de insultos en catalán por parte del inefable Joan Lluís Bozzo, mandamás de la compañía teatral Dagoll Dagom, quien también lleva tiempo ejerciendo de guardián de las esencias). Le han caído, además de insultos, amenazas, hasta el punto que la señorita Suárez asegura que le da miedo salir a la calle por si algún energúmeno le parte la cara. Y todo ello por unas declaraciones –no muy afortunadas, ciertamente- en las que la gaditana se cisca en el nivel C 1 de catalán que, en teoría debería adquirir, pero que asegura que se lo va a sacar su tía (o su madre, ahora no lo recuerdo bien). Viendo la que se había liado, nuestra Begoña pidió todo tipo de excusas y prometió no volver a salir por peteneras, pero sin conseguir gran cosa: una vez dictada la fatua por el cantautor del gorrito y emitidos los improperios y las amenazas del patriótico populacho, ya no hay marcha atrás. Curiosamente, el único que ha tenido una reacción razonable, tildando el video de anécdota, ha sido el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. Pero la reacción de la Cataluña catalana ha sido brutal e implacable: a esa chica hay que echarla a patadas de su trabajo y, si puede ser, de Cataluña. ¿El comentario más inoportuno? Como era de prever, el del fugado Puigdemont, quien ha dicho que a esa mala mujer le pagamos un sueldo para que se ría de nosotros (cuando yo tengo la impresión de que quien cobra por chotearse de la humanidad en general y de los españoles en
particular es él).
De momento, a Begoña Suárez le han cerrado su cuenta en TikTok, le han abierto un expediente en el departamento de Sanidad (el consejero del ramo ha estado a la altura de Llach, Bozzo y Puigdemont) y ha sido convenientemente linchada en las redes sociales. Afortunadamente para ella, han salido en su defensa el Defensor del Paciente, Convivencia Cívica Catalana y Hablamos Español (está en marcha un recurso para pedir que deje de exigirse el dichoso nivel C1 de catalán para el personal sanitario). Y es que lo que dijo la señorita Suárez en su video, aunque no fuese de la forma más educada posible, es absolutamente razonable. El español (o castellano) debería bastarle a cualquier enfermera para trabajar en cualquier rincón de España. No es culpa suya que haya una gente en Cataluña que crea tener
derecho a ser atendida siempre en catalán. Es esa gente que dice que no se puede trabajar en un país sin conocer su idioma, y luego atacan con lo de que en Inglaterra hay que hablar inglés, en Alemania alemán y en Cataluña, catalán, confundiendo deliberada y demagógicamente los países con las regiones. Ya sé que, para Llach, Bozzo y Puigdemont Cataluña es una nación, pero para quienes piensan como ellos la cosa no pasa de un desiderátum hasta ahora no convertido en realidad. Mientras siga habiendo devotos del malentendido, continuarán produciéndose polémicas idiotas como la que nos ocupa.
Los hablantes de castellano superan a los de catalán en Cataluña. El derecho a ser atendido en su propia lengua se cumple cuando se utiliza el español, que es un idioma tan de aquí como el catalán, se pongan como se pongan los Llach, los Bozzo y los Puigdemont de este mundo. Sí, la manera de afrontar el tema por parte de Begoña Suárez no fue la más adecuada, y grabar según qué comentarios puede traerte problemas (todos decimos cosas en privado que no diríamos exactamente igual ante una cámara), pero esta reacción de histeria patriótica con la que el lazismo ha acogido el desahogo de la enfermera gaditana resulta exagerada y fuera de lugar. Y si prospera el recurso de CCC y Hablamos Español, puede incluso que les acabe saliendo el tiro por la culata si la justicia decide que lo del C1 no procede. El que avisa no es traidor.