Los Grifols tomaron a finales del pasado año una decisión difícil como fue dejar el timón ejecutivo a una persona ajena a la familia por primera vez en la historia de la farmacéutica. Una medida forzada en parte por el mercado, que había castigado al valor hasta depreciarlo a mínimos de nueve años por la inexistencia de planes concretos que aliviaran la complicada situación financiera de una empresa endeudada en exceso.
Desde entonces, Grifols ha sido uno de los mejores títulos del Ibex 35 y los inversores vieron en Steven F. Mayer un ejecutivo capaz de marcar un rumbo que le diera estabilidad y visibilidad. Sin embargo, este miércoles ha llegado un nuevo desplome superior al 10% tras conocerse en la víspera la renuncia de Mayer por motivos de salud. Y todo ello tras sacar adelante un ambicioso plan de recortes de costes que implica un ajuste de plantilla de 2.300 trabajadores (que también fue muy bien recibido en el parquet). Tan apreciada es la voluntad de reaccionar como penalizada la incertidumbre que generan bandazos como dos relevos presidenciales en apenas cinco meses.