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Poco o nulo rédito le ha sacado Pere Aragonès a la cumbre hispanofrancesa. Más allá de constatar su irrelevancia --Pedro Sánchez y Enmanuel Macron le han dedicado cinco segundos-- y su postureo independentista --plantar los himnos nacionales es un feo que nada aporta a su causa--, su estrategia de estar en misa y repicando se ha saldado con escenas de acoso al líder de su partido, Oriol Junqueras, que ha tenido que abandonar la concentración de protesta escoltado.