Exijo mi dinerito
El exconsejero de Economía de la Generalitat, Jaume Giró (Badalona, 1964) nunca vio muy claro eso de abandonar el gobierno regional, que es lo que decidió su partido, Junts, hace unos meses bajo la autoridad de Jordi Turull, quien, a su vez, está a las órdenes de un señor que se dio el piro hace cinco años y que se ha instalado en Flandes para controlar el territorio a distancia. El señor Giró es un hombre de orden, como demuestra su paso por la Caixa o por Gas Natural (hoy, Naturgy), y eso de abandonar un buen puesto de trabajo no parece convencerle mucho. Como a la fuerza ahorcan, cuando Turull dio la orden de abandonar el ejecutivo catalán para no tratarse con esos traidores de ERC, Giró, sujeto disciplinado como toda la gente de orden, presentó la dimisión y se fue a su casa. Por fidelidad al partido, hasta fue capaz de poner pegas a unos presupuestos de la Generalitat que había redactado él mismo. Pero había algo por lo que no estaba dispuesto a pasar, que era quedarse a dos velas. Por eso ahora se ha descolgado con la idea peregrina de que, a diferencia de sus compañeros de dimisión, le paguen durante un año y medio (o hasta que encuentre curro) la discreta cantidad de 2.207 euros mensuales, que es lo que le corresponde, teóricamente, tras el duro laburo invertido en mejorar la situación económica de la Cataluña catalana.
Bien mirado, teniendo en cuenta cómo funciona la política en general y el lazismo en particular, es raro que los demás cesantes no hayan reclamado sus monises del paro. Igual hubo una reunión, a la que no se invitó a Giró, en la que se decidió en comandita renunciar a los dos mil eurillos de marras. En cualquier caso, Giró no está dispuesto a perder un dinero que cree que le corresponde: dimitir, de acuerdo: hacer el canelo, ni hablar. Su problema es que esta actitud le está haciendo quedar como un pesetero infame, más que nada porque es el más rico de toda la cuadrilla de padres de la patria que se han quedado sin cargo: se habla de un patrimonio de algo más de siete millones de euros, cosa que no sorprende a nadie en alguien que ha sido un mandamás de una importante entidad bancaria. O sea, que no estamos hablando de un pobre obrero que necesita ingresar algo cada mes para alimentar a su familia, sino de un millonario al que le dio por la política y por salvar a la patria (de sí misma) y que ahora considera que tiene derecho a una pensión más o menos digna.
Es evidente que el señor Giró no necesita con urgencia esos 2.207 euros mensuales a los que han renunciado sus compadres en un insólito caso de desprendimiento económico. Pero también lo es que este hombre mantiene con el dinero una relación que parece de carácter sentimental. Comparado con su fortuna personal, lo que está exigiendo es calderilla, pero, eso sí, una calderilla que él considera que se le adeuda. No sé si Turull y sus aturullados le van a perdonar esta salida de pata de banco, pero yo de él me iría buscando un trabajito alejado de la política: hasta el político más pesetero sabe que hay que disimular un poco el apego al vil metal.