Kanye West
Algo pasa con Kanye
Personaje habitual de esta sección, el músico norteamericano Kanye West (Atlanta, 1977), que ahora atiende simplemente por Ye, parece llevar cierto tiempo dedicado a volverse cada día más tarumba. Empezó aburriendo a los asistentes a sus conciertos con unas jeremiadas político-sociales-religiosas entre canción y canción que aburrían cosa mala al respetable. Luego creó su propia iglesia y dedicaba los domingos a soltar unos sermones tan confusos como tremebundos que no tardaron nada en convertirse en motivo de chufla entre amplios sectores de la opinión pública norteamericana. Después se hizo fan de Donald Trump, quien lo recibía en la Casa Blanca y se dejaba abrazar por él, que le prometía no presentarse a las elecciones presidenciales mientras The Donald estuviera al mando de la nave. Un buen día, tras varios desmentidos, se acabó separando de Kim Kardashian, esa señora que se ha hecho famosa por tener el culo muy gordo, y empezó a salir con unas chicas que nunca le duraban mucho (¿se darían cuenta de que el hombre no estaba del todo en sus cabales?). Recientemente, se marcó unos comentarios antisemitas con los que tiró al retrete sus lucrativos negocios de ropa y complementos con marcas de primera fila como Adidas o Balenciaga (lo que están haciendo con el nombre de don Cristóbal es de juzgado de guardia, pero no vamos a entrar ahí…¡de momento!). Y hace pocos días, para acabarlo de arreglar, se presentó en Mar-a-Lago a saludar a Trump en compañía de una joven figura (24 años) del antisemitismo nacional que atiende por Nick Fuentes y que, finalmente, fue excluido de la cena que ofreció el hombre de color naranja (en un momento de lucidez, debió pensar que, con los problemas que ya tiene, solo le faltaba que lo pillaran en alegre compadreo con un come judíos de apellido español).
Al principio pensé que Ye iba a ver a Donald para ofrecerse como posible vicepresidente en las elecciones de 2024, pero la cosa fue mucho más divertida: ¡era Ye quien le ofrecía a Trump la vicepresidencia en su propia candidatura a dichas elecciones! Es evidente que desde que dijo que no movería un dedo con Trump al frente del gobierno hasta ahora, el pobre Kanye se ha venido arriba y ha visto que su antiguo ídolo solo merece un papel de comparsa, de segundón, de sidekick, en su fascinante candidatura a presidir el país más poderoso de Occidente.
Creo que Trump rechazó amablemente la oferta, pero sin cometer excesos tales como llamar a los loqueros o a su propio servicio de seguridad para que le quitaran de la vista a ese grandullón con botas de pocero que se le había colado en casa. Huelga decir que, si la relación de Ye con el mundo de la moda vive momentos muy bajos, su posición en la industria musical va cayendo a gran velocidad. Y lo más curioso del caso es que nadie sabe muy bien qué le pasa. Es evidente que el muchacho no está bien, pues hasta el propio Trump, que no es precisamente un ejemplo de equilibrio mental, le sugirió hace poco que pidiera ayuda psiquiátrica. Desde un punto de vista exclusivamente egoísta, a mí me divierte más su chaladura que su posible recuperación (lo mismo que me pasa con Britney Spears), pero si modero mi tendencia a la charlotada y saco brillo a mi loable humanismo, reconozco que estamos ante un drama mental de muchos bemoles. Por no hablar del miedo que me da la posibilidad de que se presente a las elecciones de 2024 y las gane. También parecía imposible en su momento la victoria de Trump, ¿no?