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El Puerto de Tarragona es una infraestructura crítica que no puede quedarse paralizada. Tras el embotellamiento de mercancías que ha creado riesgo de desabastecimiento por un conflicto laboral entre las logísticas y los estibadores, la situación ha empezado a reconducirse con la vuelta de ambas partes a las negociaciones. Sin embargo, el parón se ha alargado demasiado y ha faltado implicación por parte de la institución presidida por Josep Maria Cruset, que debería haber adoptado un papel más proactivo en la búsqueda de soluciones más allá de instar a las empresas a resolver la crisis.