El enciclopedista del cómic
Me van a permitir que hoy barra un poco para casa a la hora de elegir al personaje positivo de la semana, Jesús Cuadrado (Palencia, 1946 – Madrid, 2022), que nos dejó hace unos días. Yo llevaba tiempo sin verle, pero la última vez que estuve en Madrid, unos amigos comunes me informaron de que estaba cascado y no salía prácticamente de casa. Nos comunicábamos vía Facebook, intercambiando likes y comentarios (yo suelo colgar mis artículos y Jesús ejercía de rapsoda en unos vídeos entrañables). Personaje ligeramente atrabiliario, tenía la costumbre de tratar de usted a todo el mundo, sobre todo a los amigos, pero, al mismo tiempo, a la que te descuidabas, te recortaba el nombre: cuando le gustaba algo que yo había colgado, solía decirme “Bien, Ram”.
Jesús nunca fue famoso tal como se entiende eso ahora, pero en el mundo del cómic su presencia resultó fundamental. Aunque también se dedicó a la dirección teatral y rodó algunos cortometrajes, fue su casi completa dedicación al tebeo en general y al tebeo español en particular lo que nos lo hizo tan valioso a los que nos dedicábamos a esos asuntos, a los que siguen en ello y a los que nos asomamos al cómic de vez en cuando, no vendemos nada, nos prometemos no reincidir, pero, el día menos pensado, ahí estamos de nuevo con un álbum para el que hemos reclutado a algún amigo dibujante acostumbrado a pasar hambre.
Si no recuerdo mal, lo conocí personalmente a principios de los años 80, cuando sacamos la revista Cairo con Joan Navarro y una pandilla de insensatos devotos de la llamada línea clara. Cuadrado nos apoyó desde el principio y se hizo querer por toda la pandilla. Tenía cierta fama de cascarrabias, pero debo decir que a mí siempre me trató con una simpatía y deferencia muy de agradecer. En realidad, Jesús aspiraba a escribir una magna obra sobre TODA la cultura popular. Llevaba enfrascado en ella años, y supongo que en su ordenador podrán encontrarse –si alguien se toma la molestia de hacerlo— innumerables textos al respecto. En cuanto al cómic en sí, le debemos su monumental Diccionario de uso de la historieta española (1873-1996), un tocho de más de 800 páginas que apareció en 1997 y que se volvió a publicar, corregido y aumentado, en el 2000 con el título de De la historieta y su uso. Asimismo, editó fanzines y publicó montones de artículos, parte de los cuales se recogió en un libro que le editó nuestro común amigo Navarro, Psicopatología de la viñeta cotidiana (2000). Y cuando conseguía reclutar a unos cuantos leales, le encantaba montar grupos de estudio de la cultura popular como el Colectivo Lou Grant o la asociación Nutria.
Me tiré años cruzándome con Jesús en salones del cómic y saraos varios relacionados con la historieta, donde solía aparecer de muy buen humor, aunque le costara desplazarse, ya que una funesta polio infantil lo obligaba a desplazarse con muletas (de verdad que no entiendo esa fama de cascarrabias que ha aparecido en las pocas necrológicas que se le han dedicado). Tenía un cierto aire excéntrico, de profesor chiflado, pero de su boca nunca salió ni una sola tontería. Como les decía, Jesús nunca fue famoso, pero se pasó la vida consagrado a lo que más le gustaba en este mundo y nos legó una obra fundamental de consulta sobre la historieta española. Tuvo la suerte de vivir, igual que yo, unos años en los que parecía que el cómic independiente se iba a convertir en un sector rentable de la industria del tebeo, cosa que no ha sucedido, pero que dudo que tenga algo que ver con su fallecimiento. Aunque con Jesús nunca se sabe… Echaré de menos sus poemas en Facebook y sus bendiciones resumidas en la brevísima frase “Bien, Ram”. Era un gran chico.