La directora eterna de la revista norteamericana Vogue, Anna Wintour, tiene cierta fama de arpía obsesionada por el dinero, el poder y la gloria (no paró hasta conseguir cesar a una conocida mía que llevaba la edición francesa de la publicación). La señora Wintour sabe perfectamente que el público natural de su satinado mensual lo componen las pijas de Manhattan con segunda residencia en los Hamptons a las que la invasión rusa de Ucrania no puede importarles menos. Pero a nadie le amarga un dulce social, y colocar en la portada de Vogue a Olena Zelenska, la atractiva esposa del presidente Volodimir Zelenski, permite a la directora de la publicación y a sus lectoras sentirse mejores de lo que son, personas que, pese a su aparente frivolidad, también tienen su corazoncito. Una vez dicho esto, no creo que la señora Zelenska haya incurrido en una actitud frívola y cínica al prestarse a ser retratada por Annie Leibowitz, una fotógrafa excelente que, en mi opinión, ha vuelto a hacer un gran trabajo.
Observo, sin embargo, que en las redes sociales casi nadie está de acuerdo conmigo. Yo considero que cuando te están masacrando a la población, tienes derecho a utilizar cuanto esté en tu mano para llamar la atención sobre la infamia, aunque sea saliendo en la portada de una revista para pijas dirigida por una mujer no muy recomendable.
Por lo que he visto en Facebook, a casi todo el mundo le parece muy mal lo del reportaje sobre Olena Zelenska. A muchos de los opinadores se les ve el plumero pro ruso, y hasta hay un alarmista apocalíptico que dice que Rusia nunca nos perdonará, como país, haber tomado partido por Ucrania. Un gracioso (con la gracia en el culo) se pregunta cuánto tardará Zelenska en protagonizar un desplegable de la revista Playboy. Una intelectual se saca de la manga a la difunta Susan Sontag, que mantuvo una relación sentimental con Leibowitz, para reprocharle a la fotógrafa un supuesto oportunismo que hubiera llenado de vergüenza a su compañera. Y así sucesivamente.
Una gente cuyo país no ha sido invadido por el vecino se permite todo tipo de comentarios denigrantes para Zelenska, Leibowitz y todos los implicados en el reportaje de marras. Una gente que no corre el menor peligro se atreve a afearle la conducta a la mujer del presidente de un país atacado por Vladímir Putin, un matón y, por lo menos desde que fue vicealcalde de su San Petersburgo natal, un gánster. Facebook está lleno de gente que comprende a Putin, y una gran parte se declara de izquierdas, como si Putin fuese comunista: a ver si les sigue cayendo tan bien cuando empiecen a pagar las consecuencias de la guerra; de momento, Lituania se ha quedado sin gas ruso, y ya veremos qué nos pasa a los demás.
Lo más probable es que el mes que viene, la portada de Vogue la ocupe Beyoncé o alguna súper modelo en riesgo de anorexia, ya que el compromiso social de Anna Wintour tiene sus límites. Pero este mes la revista le ha echado una mano a Ucrania, aunque los amigos de Vladimir en las redes sociales no lo vean así (también les gusta mucho hacer chistecitos sobre las camisetas militares de Zelenski). Yo diría que pocas opciones más tenía Olena Zelenska para llamar la atención sobre la situación siniestra en que se encuentra su país y que está en su derecho de salir en Vogue. Las intenciones de la señora Wintour ya son otra cosa, pero el panorama en Ucrania aconseja agarrarse a un clavo ardiendo. E igual se organiza algún fundraising interesante en los Hamptons.