Montserrat Ballarín
Media hora hora como máximo en la mesa si se consume un refresco, y una hora completa en el caso de las comidas. Esa es la polémica medida que algunos restauradores han empezado a aplicar en las terrazas de sus bares y restaurantes de Barcelona. Una iniciativa impuesta bajo el pretexto de una supuesta organización de sus negocios, pero que el Ayuntamiento de Barcelona no debería consentir. Poner tiempo, y prisas, a las personas para que consuman y se vayan rápido evidencia un desmesurado afán de lucro y una falta de aprecio de estos empresarios hacia sus clientes ante la cual el consistorio debería tomar cartas en el asunto.