El rapero enjaulado
Más le habría valido al pobre Pablo Hasél seguir el ejemplo de su colega mallorquín Valtonyc, apuntándose al prusés y dándose el piro a Bélgica. Se lo impidió su peculiar sentido de la ética, que, por desquiciado que nos parezca, es más digno que el del bufón de la corte de Waterloo, el único rapero antisistema conocido capaz de ponerse de parte de una pandilla de burgueses malcriados (a cambio, supongo que le llega la sobrasada a Waterloo por valija diplomática, a través de alguna de esas embajadas de la señorita Pepis que la Generalitat tiene repartidas por el mundo).
Con su criterio incorruptible, el señor Pablo Rivadulla (Lérida, 1988), solo ha conseguido que los lazis pasen de él como de la peste, aunque cuando fue detenido y encarcelado, a punto estuvo de arder Barcelona en alguna de las manifestaciones que se llevaron a cabo. La solidaridad con el presidiario fue flor de un día. Cuando ya estaba en el trullo, le obsequiaron con dos años más de condena y no pasó nada. Ahora le acaban de caer seis meses suplementarios por partirle la cara a un cámara de TV3 en la ocupación del rectorado de una universidad y los lazis (más los colectivos antisistema) siguen silbando y mirando hacia otro lado.
Aplaudo la actitud independiente de Pablo Hasél, pero si hubiera hecho un esfuerzo en la dirección adecuada, ahora estaría en la Casa de la República tocándose las narices. No sé si sabe hacer nada que no sea despotricar del capitalismo y dar vivas al padrecito Stalin, pero Valtonyc también despachaba en el puesto de verduras de su madre y ahí le tenemos, convertido en técnico informático por arte de magia. Y es que la coherencia no trae más que problemas.
Como ustedes comprenderán, a mí, como si le cae la perpetua, pero no deja de sorprenderme el abandono que ha sufrido este hombre por parte de quienes parecían dispuestos a partirse la cara por él y a poner Barcelona patas arriba. La justicia le va alargando la condena y parece que a todo el mundo se la sopla. Evidentemente, el sistema penitenciario español no va a conseguir ningún logro didáctico con él. Cada vez que lo entrevistan, se muestra más insistente en sus delirios y arremete contra absolutamente todos los políticos, por lo que no hay manera de que ningún grupo de la izquierda se interese por él.
Insisto en que su actitud, dentro de la chaladura propia de alguien que, con la que está cayendo, tiene el cuajo de seguir declarándose comunista, me parece más digna que la de Valtonyc y hasta que la de Morad y sus interesadas broncas con la policía. Y aunque creo que el muchacho no acaba de estar bien de la cabeza, hay algo fascinante en su empecinamiento ideológico (o empanada mental, como prefieran), en su voluntad de quedarse solo frente al mundo, en su sostenella y no enmendalla.
No sé qué opinará de Valtonyc, pero lo más probable es que lo considere un vendido. Cosa que, por otra parte, no creo que le quite el sueño al mallorquín mientras parte con los dientes las galletas Quely y las unta de rica sobrasada balear. Ambos son rebeldes porque el mundo, como a Jeanette, los hizo así. Pero solo Hasél parece dispuesto a llevar el propio delirio hasta sus últimas consecuencias. Dios lo bendiga. O el ectoplasma de Stalin, da igual.