De los malos, el mejor
Se nos ha ido antes de tiempo el actor norteamericano Ray Liotta (Newark, Nueva Jersey, 1954 – República Dominicana, 2022), a quien le auguramos un futuro deslumbrante en 1990, cuando protagonizó la película de Martin Scorsese Goodfellas (Uno de los nuestros), un futuro que nunca llegó. No es el único caso de actor que parece llamado al éxito, pero no acaba de conseguirlo –ahí tenemos el de Matthew McConnaughey, sin ir más lejos-, aunque puede que sí uno de los más sangrantes. Pese a tener el carisma necesario para convertirse en una estrella, jamás lo logró. Scorsese se fijó en él al verlo en Something wild (Algo salvaje, 1989), de Jonathan Demme, donde interpretaba a una rata inmunda y peligrosa que atendía por Ray Sinclair, y lo convirtió en el Henry Hill de su mejor película de mafiosos (por cortesía del escritor Nicholas Pileggi, que también trabajaría con él en Casino). Pero después de su brillante trabajo en Goodfellas interpretando a un personaje real, el arrepentido (por la cuenta que le traía) Henry Hill, Liotta no pudo o no supo encaminar su carrera en la dirección adecuada. Una lástima que se alargó hasta su muerte hace unos días en la República Dominicana, donde parece que estaba rodando otra de esas películas de bajo presupuesto y escasas ambiciones con las que solía ganarse el sustento desde que las cosas empezaron a no salir según lo previsto.
Puede que el mejor papel de su carrera posterior a Goodfellas lo encontrara en la televisión. Concretamente, en la serie Shades of blue (2016-2018), protagonizada y producida por Jennifer López a su mayor gloria. El papel de poli tenaz y efectivo, pero también corrupto y perverso, que le había caído lo bordó, aportando una especial gravedad a una serie concebida como un vehículo para Jenny from the block que acabó siendo salvada de la irrelevancia por los guionistas y por el señor Liotta.
Aunque su apellido nos llevó a pensar que era de origen italiano, la verdad es que era escocés, como descubrió el interesado ya de mayorcito, cuando le dio por encontrar a su madre biológica (del padre, ni rastro), la que lo había depositado en el orfanato del que lo sacó el señor Liotta, propietario de un concesionario de coches en Nueva Jersey, quien educó a su hijo adoptivo en la religión católica. Nuestro hombre se casó a finales de los 90 con la actriz Michelle Grace, a la que conoció en 1998 durante el rodaje de The Rat Pack, en la que él interpretaba el rol de Frank Sinatra. Entre algunos papeles interesantes (los de Copland y Hannibal, por ejemplo), lo suyo fue, lamentablemente, ir encadenando películas para el cine y el videoclub de esas que no pasan a la historia. Y aunque la opinión generalizada era que merecía mejores productos para mostrar su talento, todo parece indicar que no los encontró.
No se sabe muy bien de qué ha muerto, aunque conocidos suyos afirman que llevaba tiempo desmejorado, con mal color y sin apenas fuerzas. Por lo menos, falleció mientras dormía, que es la mejor manera de diñarla hasta que no se demuestre lo contrario. Se le recordará siempre por el gran papel de su vida, aquel Henry Hill que empezaba la película diciendo que siempre había querido ser un gánster y la terminaba dando un portazo en la casa de mierda del pueblo de mierda en que lo había instalado el FBI con su programa de protección de testigos. Portazo. Fundido a negro. Sid Vicious interpretando My way sobre los títulos de crédito. Espléndido final cinematográfico que, lamentablemente, también lo fue en gran parte para la carrera del pobre Ray Liotta.