La abuelita regañona

Pongamos que eres el presidente de la Generalitat y que, para aparentar una unidad ejemplar en el independentismo, te vas a Bruselas a perder miserablemente el tiempo con un fugitivo de la justicia española que insiste en que el presidente legítimo de la Generalitat es él (insinuando que tú no eres más que un intruso o un impostor). Traga quina, Pere, y apúntate al lamentable paripé, que a las bases les gusta mucho eso de la unidad, aunque sea más falsa que un billete de tres euros. Como puedes comprobar, el encuentro con el Hombre del Maletero es inane, pero indoloro: un peaje más que tienes que pagar por hacer como que controlas la gestoría catalana. Pero cuando ya crees que has salido bien parado del envite, el tío de la fregona en la cabeza te deja en manos de una vieja con muy malas pulgas que te canta las cuarenta, te dice que no estás dando un palo al agua por la independencia del terruño y te resume todo su pensamiento profundo sobre la cuestión en una cartita que te entrega en mano, no se le vaya a olvidar algún chorreo en la conversación: mejor dejarlo todo por escrito, que irrita mucho más.

Imagino a Aragonès volviendo a Barcelona y leyendo en el avión la atenta misiva de Clara Ponsatí en la que se le dice que es, hablando en plata, un calzonazos que no está por lo que tiene que estar. De nada le ha servido el viaje a Bruselas para hablar con un tipo al que detesta porque le está enmendando la plana constantemente. Para más inri, ha tenido que aguantar que le lea la cartilla una señora medio desquiciada y llena de rencor que, desde la comodidad de su supuesto exilio, se divierte exigiendo a los demás que hagan cosas por la patria que ella nunca ha estado dispuesta a hacer. Y sin poder enviarla al carajo, que es lo que le apetecería a cualquiera en su posición, ya que la abuelita goza de cierto prestigio entre los miembros del sector más delirante del post prusés. Vuelve a tragar quina, Pere.

Afortunadamente para el Petitó de Pineda, Clara Ponsatí es de esos seres prácticamente imaginarios de los que te olvidas cuando vuelves a Barcelona y a la realidad. Sabes que ella seguirá despotricando en Bélgica, pero, con un poco de suerte, ni la vas a oír (ya no hablo de escuchar). Incluso observas, con satisfacción, que la prensa catalana ha pasado muy por encima de la infamante misiva que te han endilgado en Bruselas. El único que le ha prestado atención es otro personaje casi imaginario, Albano Dante Fachín, que no pilla cacho ni a tiros en el régimen lazi y que igual aspira a que se fijen en él los de Waterloo (aunque para trastos inútiles, ya tienen a Valtònyc). O sea, que puede decirse que Pere Aragonés ha salido bastante bien librado de la excursión a Bruselas. Puede que se le aparezca en sueños la Bruja Piruja para pegarle una bronca de las suyas, pero desaparecerá al despertar.

Clara Ponsatí es uno de los personajes más lamentables del prusés, pero, sobre todo, es el más pesado. No sé de qué le sirvieron todas esas universidades extranjeras que visitó años ha (Cambridge, Toronto, San Diego, Princeton…), pues es evidente que en su caso no se cumple la sentencia de Pío Baroja según la cual el carlismo se cura leyendo y el nacionalismo viajando. Eternamente rebotada con España, la señora Ponsatí sigue paseando su rencor por las esquinas, como diría Aznar, y así se quedará hasta el día del juicio (aunque no sé si el Juicio Final o el que le espera en su país si algún día nos la devuelven), ejerciendo de una mezcla de Pepito Grillo y señorita Rottenmeier del independentismo. Creo que ERC debería partir peras definitivamente con Junts x Puchi por dos motivos: los post convergentes se hunden en las encuestas y no hay quien aguante a Clara Ponsatí.