Un centro como la Fundació Privada Vallès Oriental debe ser un lugar que funcione como las agujas de un reloj. Atiende a personas con grados severos de discapacidad y les brinda un hogar, un espacio seguro en el que estar. No es de recibo que los familiares de varios residentes se enterasen ayer a las puertas de un juzgado donde habían sido citados como testigos que sus familiares sufrieron agresiones sexuales. Que, en verdad, iban a declarar sobre estos casos.

Será la Audiencia de Barcelona la que juzgue qué ocurrió entre 2010 y 2013 en este centro. De entrada, debería dar una respuesta a las familias que aún se recuperan del golpe.