La monja 'magufa'
Teníamos bastante olvidada a la monja Forcades, azote de las farmacéuticas y lazi de pro, pero su manera de volver al candelero tal vez no ha sido la que ella esperaba: la justicia se interesa por sus peculiares actividades de médico alternativo que, al parecer, la llevaron a administrar clorito de sodio a enfermos que necesitaban un tratamiento algo más eficaz, aunque puede que también más convencional. Se la acusa de mala praxis profesional y de haber puesto en peligro a sus pacientes con sus tácticas magufas, que ella, por supuesto, niega. Pero la investigación está en marcha y puede que las conclusiones no sean de su agrado.
Teresa Forcades se dio a conocer años atrás como un personaje pintoresco que se ganó la simpatía del público al ejercer de David alternativo frente al Goliat de las farmacéuticas, que no suelen caerle bien a nadie y no sin cierto motivo: todos conocemos su tendencia a lucrarse a costa de las desgracias ajenas y a considerar un simple negocio (con su cuenta de resultados y toda la pesca) lo que también tiene unas implicaciones claramente humanistas. Nos hacía cierta gracia aquella señora que iba vestida de monja de cintura para arriba y de excursionista de cintura para abajo (la recuerdo con chirucas, pero puede que la memoria me esté jugando una mala pasada). Las televisiones encontraron en ella a la sustituta concienciada del padre Apeles y se la rifaban (sobre todo, en TV3, que para algo es la nostra). Luego le dio por meterse en política, donde, tras unos escarceos con la CUP que no fructificaron porque ahí hay mucho paganazo, se sacó de la manga, a medias con el difunto Arcadi Oliveras, una especie de iniciativa indepe de la que nunca más se supo al cabo de poco. A partir de ahí, nos iban llegando noticias de sus líos con su propia congregación, que también se fueron diluyendo hasta que un buen día, prácticamente, no volvimos a saber nada de ella.
Hasta ahora, que la acusan de practicar la medicina magufa como si fuera una alumna aventajada de aquel curandero rural que atendía por Pàmies y del que, por cierto, también hace tiempo que no se sabe nada. Los caminos del Señor son inescrutables, sobre todo para la monja Forcades, que va por la vida dando tumbos y no da pie con bola en nada de lo que se propone. Pese a todo, a mí me encantaría asomarme a su cerebro, algo afortunadamente imposible, ya que sufro de vértigo y la experiencia podría resultar aterradora.