Adepto a la moda Zelenski
Me cuenta una amiga que vive en Sant Cugat, enclave privilegiado de la suburbia barcelonesa, que las pijas de la localidad han empezado a vestirse con prendas de tono castrense que nunca les había visto, y que tal prodigio ha sucedido a partir de la guerra en Ucrania y de las apariciones por televisión de su presidente, Volódimir Zelenski, vestido con camisetas militares (al principio, cuando visitaba a las tropas; ahora, en cualquier ocasión). La frivolidad disfruta de unos tiempos esplendorosos, por lo que no es de extrañar que las pijas de Sant Cugat (¿alguien puede informarme de si pasa lo mismo en Pozuelo de Alarcón, Madrid?) luzcan camisetas como las que yo llevaba en la mili (con la diferencia de que las suyas deben ser de Dolce & Gabbana y las mías eran de mercadillo). El pobre Zelenski se ha puesto de moda y lleva camino de convertirse en icono contemporáneo. El que puede, se hace fotos con él y se le cuelga del brazo como pasaba tiempo ha con Salvador Dalí o Andy Warhol, convertidos en una especie de mobiliario de lujo. Y el (o la) que no puede, se pone una camiseta caqui y aire.
Pedro Sánchez es de los que sí pueden hacerse fotos con el bueno de Volódimir. Por eso se fue a Ucrania hace unos días con la excusa de que España iba a enviarle armamento al Ejército nacional. Nuestro hombre no pierde ninguna oportunidad de ejercer de estadista, pese a los mocos que le administra con molesta regularidad Joe Biden. Si te presentas con armas bajo el brazo, Zelenski no te va a dar esquinazo. Así pues, te vienes arriba, te retratas con el icónico resistente y hasta das una rueda de prensa conjunta, regocijándote por ser bastante más alto que ese judío bajito que tienes al lado. Por el mismo precio, te libras del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, que está empeñado en darte la chapa por no sabes qué historia de espionaje a cargo (supuestamente, o por eliminación) del CNI. Sí, Pedro, es un pelmazo. Primero, la mesa de negociación. Ahora, el espionaje. Pero no te quejes, que tú lo elegiste para que te ayudara a gobernar y ahora te toca pechar con él y sus chiquilladas. Sus pataletas, afortunadamente, no se oyen en Ucrania, por lo que has podido darte uno de esos baños de autoimportancia que tanto te gustan. Y bien que has hecho, como cuando lo invitaste a dirigirse al congreso de los diputados. Zelenski, no lo olvidemos, es el hombre de moda y tú eres demasiado joven para haber podido colgarte de Warhol o Dalí. Has entendido perfectamente que, hoy por hoy, el mandatario internacional que no visita a Zelenski adquiere ipso facto la condición de mindundi.
Espero sinceramente que las armas españolas le sean de utilidad al Ejército ucraniano, pero de mayor provecho le resultarán los 800 millones de dólares que le caerán de Biden sin que este se presente en Kiev con el cheque en la mano. Hay que reconocer, Pedro, que el autobombo lo dominas. No se llega a presidente de la nación para tener que conformarse, como las pijas de Sant Cugat, con una camiseta verde.