Como no podía ser de otra manera, es encomiable que la Generalitat se preocupe y ocupe en lo que está pasando en Ucrania y acoja a los refugiados de ese país. Pero el postureo diplomático que se gasta es un poco risible. El gobierno catalán en general, y la Consejería de Acción Exterior en particular, no tiene competencias y por mucha oficina nueva que abra en otros países, su efectividad en conflictos internacionales es nula.