De mal en peor
El cantante norteamericano Kanye West (Atlanta, 1977) lleva cierto tiempo portándose como un excéntrico, en el mejor de los casos, o como un chiflado, en el peor. Aclamado en sus primeros años de carrera como un genio, sus últimos discos no han sido muy del agrado de sus seguidores, que han asistido pasmados a su mutación en una especie de friki que no parece acabar de estar del todo en sus cabales. Desde que su mujer, la neumática Kim Kardashian, lo plantó, el hombre está que trina y ha incrementado notablemente el volumen de sus extravagancias.
Aceptamos sin rechistar que bautizara a sus cuatro hijos como North, Psalm, Saint y Chicago. Miramos hacia otra parte (de pura vergüenza ajena) cuando se presentó en la Casa Blanca a hacerle la pelota a Donald Trump y a prometerle que retrasaría su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos hasta el momento, ¡Dios no lo quisiera!, en que su ídolo fuera vencido en las urnas. Encajamos con estoicismo sus epifanías religiosas, que le llevaron a sermonear al sufrido público de sus deslavazados conciertos y a convertirse en pastor de su propia iglesia, donde cada domingo larga unas jeremiadas que tiembla el misterio. Disculpamos su maldita costumbre de llevar siempre botas de pocero y la cabeza cubierta con una media que, en teoría, le ayuda a pasar desapercibido (aunque consigue lo contrario, ya que nadie va por ahí de semejante guisa). Haciendo un pequeño esfuerzo, comprendimos que, despechado ante la parienta del culo gordo, buscara consuelo en la actriz Julia Fox, que también ejerce de dominatrix y va siempre embutida en modelitos de PVC negro (pero no debe ser tonta del todo, pues se lo ha quitado de encima en cuestión de semanas; Kanye ya ha encontrado a otra que se parece un poco a la madre de sus hijos: ¡a ver lo que le dura!). Hasta nos mostramos comprensivos cuando se acortó el nombre, ya de por sí raro, para dejarlo en Ye. Pero lo de su más reciente videoclip ha hecho saltar definitivamente todas las alarmas.
La canción se titula Eazy y no hay por dónde cogerla, pero lo grave es el contenido de la cosa: a base de figuras animadas de plastilina, Ye se ha mostrado a sí mismo secuestrando, enterrando hasta el cuello y decapitando al cómico Pete Davidson, un veterano del Saturday Night Live que, al parecer, tiene el descaro de estar saliendo con Kim Kardashian. Compatibilizar los sermones dominicales con los planes para asesinar a alguien no está al alcance de nadie, así que el videoclip de Eazy no se emite en ninguna parte, teóricamente, aunque ayer yo mismo pude disfrutarlo en YouTube.
Todo parece indicar que al pobre Ye se le está yendo la olla a lo grande y que acaba de cruzar una línea roja. A ver cómo sale de ésta. Si es que sale.