La alcaldesa de Barcelona y la plataforma política que la aúpa practican un clientelismo vetusto que recuerda el peor populismo barcelonés de hace un siglo. De hecho, hoy debe comparecer ante la justicia para dar cuentas del uso del dinero público que con demasiada frecuencia va a parar a empresas que le dan su apoyo y con las que incluso ha tenido vínculos laborales.
Mentir, como miente Barcelona en Comú al decir que Crónica Global ha tenido que retirar 15 noticias falsas sobre Ada Colau, supone cruzar una línea roja que pone en evidencia los detestables métodos de este partido. Una denuncia de la alcaldesa contra este medio llegó a juicio, y no solo perdió sino que tuvo que pagar las costas --en realidad, pagamos los barceloneses-- por usar la justicia con fines ilegítimos.
Llegó al consistorio en 2015 prometiendo que gastaría menos que Xavier Trias en publicidad en los medios. No lo ha hecho, sino al contrario. Ha aprendido bien las peores prácticas de la propaganda de pago para atenuar las críticas a su gestión. Está tan acostumbrada a esa placidez que no tolera la discrepancia.