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Las representantes legales de la madre del pequeño Leo, el niño asesinado por su padre en un hotel de Barcelona, han puesto el foco en otra laguna burocrática de la violencia vicaria. Otra de estas cuestiones que hace daño a las madres y padres que la deben soportar y que se debe reparar sin dilación: la lentitud burocrática en cambiar los apellidos de los pequeños que han muerto en manos de un progenitor. Los trámites deben ser realmente urgentes. Nadie merece ser enterrado con el nombre de su asesino.