Es muy posible que Pedro Sánchez sea, como aparenta, un oportunista sin principios y un arribista maquiavélico, pero como les digo una cosa, les digo otra: ese hombre no tiene ni un pelo de tonto en su rutilante esculpido a navaja. Diría, incluso, que lleva unos días sembrado. Concretamente, desde que entraron los talibanes en Kabul y vio la oportunidad de figurar gracias a semejante desastre para la humanidad en general y los afganos en particular. En vez de reconocer que Occidente había vuelto a hacer el ridículo, que nos habían echado a patadas 75.000 meapilas siniestros, barbudos y con una toalla en la cabeza, Pedro el Humano se puso a organizar la mejor huida de todos los tiempos, presentándola, además, como un triunfo de la civilización que le debíamos, concretamente, a él.
No negaré que la retirada de Kabul al estilo Sánchez se llevó a cabo con eficacia, pero el mérito es de los militares y del embajador en Kabul (al que nuestro hombre, por cierto, había cesado unas semanas antes de que la pandilla de bestias con barba y kalashnikov entrara en la ciudad). Sánchez se las apañó para poner la base de Rota al servicio del mundo libre y para ponerse luego a esperar los aplausos de la comunidad internacional, que llegaron a través de Charles Michel y Ursula Von der Leyen, a los que solo les faltó imitar a Penélope Cruz y lanzarse a gritar ¡¡¡¡Peeeeeeeeeeedro!!! Ya puestos, se parapetó detrás de un intempestivo tomo de derecho civil en su despacho y se hizo grabar hablando con Joe Biden, quitándose así la espinita que llevaba clavada desde el momento infausto en que el provecto presidente de los Estados Unidos se lo quitó de encima en un pasillo durante un encuentro internacional. Decían que Rodríguez Zapatero tenía baraka, pero para barakas, la de este hombre.
Desde lo de Afganistán, como hemos podido comprobar, está que se sale y no pierde ocasión de tomarse a chufla a quienes le sostienen en el poder. ¿Que los separatistas catalanes insisten en que se presente a la mesa bilateral de mediados de septiembre? Pues ya veremos, chicos, ahora mismo no os lo puedo garantizar: ¡soy un líder mundial y estoy muy liado! ¿Que los pelmazos de Podemos, con Asens a la cabeza, se ponen pesaditos con lo de la reforma del delito de sedición? Pues no lo veo muy urgente, chavalotes. De hecho, por la erre de reforma y la ese de sedición no me sale nada. Si eso, ya lo hablaremos más adelante. ¿La subida desquiciada de la luz? Cosas de Europa, amiguitos, yo tengo las manos atadas, pero voy a subir el salario mínimo la friolera de quince euros mensuales, así que no os quejéis, que os trato como a reinas. ¿Las presuntas trapisondas financieras del Emérito, acusado de Gran Comisionista? Pues a silbar y a mirar para otro lado y a confiar en que don Juan Carlos la diñe un día de éstos en los emiratos árabes y deje de incordiarle. Y así sucesivamente.
Si a la jeta monumental del muchacho le añadimos la potra que tiene y lo mal que lo hace las cosas la leal oposición, reducida su actividad a las jeremiadas apocalípticas de Aznarín Casado, que no es más torpe porque no entrena lo suficiente, yo diría que tenemos Sánchez para rato (a destacar su habilidad para echarle toda la culpa de la no renovación de los órganos judiciales al PP, jugada maestra que convierte la política española en una variante del toreo de salón). Este tío es un crack, amigos. Y también todo lo que he dicho al comienzo de este artículo, pero su habilidad para la supervivencia no la superan ni las cucarachas de los apartamentos del Bronx.