La marcha de Leo Messi del FC Barcelona ha supuesto un golpe para todos los protagonistas implicados en la historia, de la cual ni el club --por su mala gestión deportiva y económica desde hace años-- ni el jugador parecen libres de culpa.

En el caso de este último, podrían aplicarse varios dichos populares, como el de tanto va el cántaro a la fuente que, al final, se rompe. Su indudable apego al equipo y la ciudad en los cuales recaló siendo un adolescente no son obstáculo para reconocer, también, que sus elevadas pretensiones económicas fueron siempre satisfechas y actualizadas a su gusto. Incluso a costa de llegar a la situación actual, en la cual el Barça, ahogado económicamente --en buena parte, por las altas fichas de su plantilla--, se ve obligado a prescindir de él para cumplir con los topes salariales permitidos.