La fuga de la exconsejera de Agricultura, Meritxell Serret, a Bélgica es un episodio esperpéntico --otro más-- del procés. Tras más de tres años huida, ha regresado, se ha entregado a la justicia y ha sido puesta en libertad acusada de desobediencia (inicialmente, también de malversación) por su participación en el 1-O. Serret hace bien en entregarse. De hecho, jamás debió fugarse. Y marca el camino que deberían seguir el resto de los falsos exiliados.