El activismo independentista más escorado ha hecho de la lucha política el centro de su existencia. Hasta aquí, correcto. Los problemas empiezan con la intolerancia a las ideas discrepantes, siempre rebatidas con una carga de tensión y superioridad moral indisimulada, además de un arrastre al terreno de lo personal. Pero si esa metodología ya es discutible en la política de los partidos, trasladarla al terreno de una patronal como Pimec está generando justo el efecto contrario al que persigue la ANC con la candidatura de Pere Barrios.