El tercer candidato
Las celebrities a las que se les va la olla componen un subgénero muy particular de la actualidad que entretiene sobremanera al ciudadano dotado de un sentido del humor un pelín siniestro (para entendernos, el que encuentra muy divertido el intento de asesinato sufrido por Josep María Mainat). América proporciona a la humanidad la mayoría de esos seres entrañablemente locoides, y si hace unos años nos permitió disfrutar de las majaradas de Britney Spears -inolvidable la época en que se rapaba al cero y montaba unos cirios del copón en su casa hasta que su vecino, George Clooney, que echaba de menos la paz y la tranquilidad de su villa en el lago de Como, llamaba a la policía y a los loqueros y se la llevaban embutida en una camisa de fuerza-, ahora nos regala las, digamos, excentricidades de Kanye West (Atlanta, 1977), músico y productor discográfico al que muchos consideran un genio.
Durante varios años, el señor West se dedicó a lo suyo sin dar señal alguna de estar perdiendo la chaveta. No sé si hizo bien casándose con Kim Kardashian -una mujer a un culo pegada-, pero sabía perfectamente donde se metía: en un mundo imbécil, pero dotado de grandes compensaciones económicas. Las rarezas empezaron por la trascendencia religiosa, que le condujo a reciclarse en una especie de predicador que montaba los domingos unas misas muy vistosas. Luego le dio por la política y se hizo fan de Donald Trump, al que llegó a visitar en la Casa Blanca para declararle públicamente su admiración. Entre Dios y la política, a nuestro hombre se le fundieron definitivamente los plomos y anunció su voluntad de presentarse a presidente de los Estados Unidos.
No se puede negar que Kim es más vistosa y espectacular que Melania, pero no olvidemos que viene de una familia con pasta, mientras que la otra es un stripper eslovena que llegó a los USA con una mano delante y otra detrás y ha acabado de primera dama, aunque para ello haya tenido que echar su vida a los cerdos casándose con un cenutrio de color naranja que dirige la mayor potencia del mundo a base de tuits emitidos desde el retrete oval mientras les da un respiro a sus entrañas, destruidas por un desayuno de los campeones a base de hamburguesas y refrescos azucarados. Eso sí, una vez se ha disfrutado de un presidente como Trump, uno ya está preparado para lo que le echen: si después de un zanahorio y una virtuosa del lap dance, vienen un negro majareta y una armenia con el culo gordo, adelante con los faroles.
Se comenta -¡oh, sorpresa!- que Kanye podría sufrir algún trastorno mental. Se habla de bipolaridad y hasta de esquizofrenia, aunque todavía en voz baja. Sus fans empiezan a estar hartos de que convierta sus conciertos en una mezcla de soflamas políticas desquiciadas y sermones a mayor gloria del Señor, pero Kanye no afloja ni cuando la crítica le dice que sus discos cada día son peores. En estos momentos -reconozco que me he perdido-, ya no sé si se presenta a las elecciones presidenciales o si están a punto de encerrarlo en una habitación acolchada con una camisa de fuerza como la de Britney, que ya no la necesita (o eso parece, yo no estaría tan seguro).
Me consta que Kim está preocupada por su salud mental y que el matrimonio no pasa por sus mejores momentos, pero a la espera de novedades, me hallo en un impasse informativo. ¿Es Kanye el tercer candidato y no se ha enterado nadie? Agradeceré cualquier aclaración al respecto.