Glovo, la start up que confundó junto a Sacha Michaud, es una de las pocas compañías que obtienen réditos positivos de la crisis del coronavirus. Durante el estado de alarma fueron de los pocos que mantuvieron actividad y ahora, tras el cerrojazo impuesto a la restauración para frenar el nuevo brote de la pandemia, se imponen como una de las alternativas más factibles para que los establecimientos de comida puedan, como mínimo, facturar algo.
Estaría bien que esta buena marcha de su negocio también tuviera su reflejo en lo laboral. No puede ser que a estas alturas aún tenga a riders como falsos autónomos. Más, cuando ahora les toca de nuevo incrementar su trabajo.