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La discriminación lingüística tiene nombre propio. Se llama Jordi Graupera y, según este filósofo simpatizante del independentismo unilateral, el catalán ofrece a los inmigrantes una oportunidad, mientras que el castellano les esclaviza.
Las redes sociales son testigo de las ocurrencias de quien un día quiso ser alcalde de Barcelona y que ahora recorre los platós de televisión. Clasista y condescendiente, Graupera se empeña en ser icono del nacionalismo más excluyente.