No hay duda de que la incierta evolución de la pandemia del coronavirus complica cualquier previsión de vuelta a la normalidad. Sin embargo, los gobernantes deberían ser más prudentes a la hora de anunciar sus decisiones para evitar trasladar una imagen de desgobierno absoluto.
Es lo que ha ocurrido con la celebración del día de Sant Jordi --fundamental para la industria del libro en Cataluña--. Inicialmente, la Generalitat se había mostrado favorable a la propuesta del sector de trasladar la festividad del 23 de abril al 23 de julio, pero ahora la consejera de Cultura, la polémica Mariàngela Vilallonga, ha reculado y ha admitido no estar en condiciones de fijar ninguna fecha. El Govern debería aclararse.