Un organismo como el Consell de l'Audiovisual de Catalunya (CAC), que se ideó con el objetivo de dar trasparencia y calidad democrática a una industria en auge, no ha conseguido salir de la irrelevancia en la que le ha colocado la obediencia política ciega de sus integrantes a los partidos que les han propuesto. Una disciplina, por otra parte, muy bien retribuida. Su presidente es un hombre de la antigua CDC que ha dedicado su vida al partido, con remuneraciones por parte de la Administración autonómica directamente o desde organismos como el CAC o la CCMA, de los que cobra hace más de una década. El uso de su voto de calidad para forzar la toma de decisiones no tiene paragón en los organismos reguladores de los países democráticos.
Roger Loppacher
2 abril, 2019 00:00Addoor Sticky
@cronicaglobal