El discurso de Vox en torno a la violencia de género y, en general, en torno a la mujer ha tenido consecuencias negativas en el panorama político español porque ha provocado un deslizamiento de los partidos hacia posturas de defensa de los derechos de las mujeres no siempre coherentes. Digamos que en algunos casos se han pasado de frenada, claramente. Y, además, el asunto en sí se ha politizado en el peor sentido de la expresión: se ha convertido en una bandera.
Las organizaciones políticas temen que el partido de extrema derecha les reste votos, en unos casos. En otros, sencillamente lo utilizan para marcar perfil propio por oposición. Lo más curioso es que la importancia que le atribuyen --sus resultados en Andalucía-- en realidad no responde tanto a su campaña o sus ofertas, sino a la abstención del electorado socialista: aburrido de Susana Díaz o confiado en la victoria del PSOE.