El mandato de Quim Torra al frente de la Generalitat pasará a la historia por sus despropósitos. La última ocurrencia --reivindicar la vía eslovena hacia la independencia-- ha generado una tormenta política. Igual que la inacción del Govern que preside ante las acciones violentas de los CDR. A pesar de su talante dialogante, el Gobierno de Pedro Sánchez no ha tenido más remedio que darle serio un toque de atención. Nunca es una buena idea que un activista acceda a responsabilidades de gobierno y menos cuando actúa como marioneta de otro personaje que ha perdido el norte. Buena parte de los dirigentes independentistas empiezan a admitir que la situación es caótica y que fue un error ofrecer a Torra la presidencia de la Generalitat.