El expresidente del Barça, Sandro Rosell, lleva más de seis meses en prisión preventiva. Es lógico que, además del pesar por vivir entre rejas, le preocupe que otros reos en una situación similar hayan conseguido la libertad condicional. Pero de ahí a considerarse preso político media una gran distancia. Y no debería equivocarse, en las democracias nadie va a la cárcel por sus ideas, sino por infringir el Código Penal. Él mejor que nadie sabe si es su caso.