La consejería de Treball ha tenido que ser la que saque las castañas del fuego al Ayuntamiento de Barcelona para poner fin al largo conflicto del metro. Es cierto que a toro pasado las cosas siempre parecen más fáciles, y que la presión de los últimos puede haber convencido a más de uno.

Pero también lo es que el conflicto deja un poco tocada la imagen de sensibilidad social del equipo de gobierno de la ciudad.