El Govern avanza en la T-mobilitat
El despliegue de la T-Mobilitat se ha convertido en una piedra en el zapato del Govern. El proyecto para reformar el sistema de tarifas del transporte público catalán inició en junio, con seis años de retraso, una prueba piloto en la que no dejan de aparecer obstáculos.
El último de ellos ha sido la implantación parcial de la nueva tecnología sin contacto en las máquinas validadoras del Metro de Barcelona: algunas permiten entrar tanto con una tarjeta T-Mobilitat como con las convencionales, pero otras solo aceptan la primera opción, de modo que los usuarios, al introducir cualquier otro título de transporte, se encuentran con que el billete es expulsado.
Para evitar colas y confusiones, los trabajadores de TMB han dado con un parche para lidiar con uno de los muchos problemas que está planteando el proyecto de la Generalitat. En la parada de metro de Passeig de Gràcia, una de las ranuras ha sido tapada con un papel escrito a mano: "Solo T-Mobilitat".
El episodio supone la última entrega en la serie de despropósitos que ha ofrecido la consejería liderada por el vicepresidente Jordi Puigneró en una ejecución chapucera que empaña un objetivo noble: valerse de tecnologías que han dejado desfasadas las tarjetas de cartón --como demuestra el transporte público de muchas otras ciudades-- y que además permiten cobrar de forma individualizada en función del uso del usuario. Metidas de pata como esta o como el hecho de que se tuviesen que volver a imprimir las T-Mobilitat de los pasajeros que participan en la prueba piloto por errores en las primeras versiones dejan en evidencia la puesta en marcha improvisada de un proyecto que ha merecido la calificación de "desastre" desde algunos sindicatos.