Una carrera ciclista menos social de lo anunciado
El domingo pasado, la Federación Catalana de Ciclismo vulneró todas las normas y reglamentos de confinamiento y de movilidad a causa del Covid. Lo hizo en L'Escala, Bellacaire d'Empordà y Albons, donde se celebró la llamada Primera Cursa Social de Bellcaire.
Participaron más de 100 ciclistas procedentes de distintas poblaciones de Cataluña, que se desplazaron hasta el lugar de los hechos con sus acompañantes. Se acumularon en las tres pequeñas poblaciones ampurdanesas, una buena parte de los asistentes no usaban mascarillas e hicieron sus necesidades en descampados cuando se encontraban con que los bares estaban cerrados.
Los Mossos d'Esquadra cortaron las principales carreteras de la zona para facilitarles el paso, en lugar de identificarlos y vigilar que se cumplían las medidas impuestas por las autoridades sanitarias. Gente de la federación, ataviada con chalecos amarillos y banderolas rojas, prohibía circular y aparcar a los automóviles por la brava. Alcaldes y concejales de las tres localidades ampurdanesas tuvieron que ser cómplices necesarios y promotores de la llamada carrera social que en realidad fue antisocial, incívica e irresponsable.
El hecho de que la Federación Catalana de Ciclismo dé cuenta de la carrera en su web y explique que en ella "se aplicó a rajatabla el Protocolo Covid-19" elaborado por la propia federación, no el que debemos cumplir el resto de los mortales, parece indicar que efectivamente los ciclistas y quienes asisten a sus competiciones se rigen por normas distintas, como se pudo ver el domingo en las tres poblaciones citadas.
El holandés Jordi Slootejes fue el primero en llegar a la meta.