Aberraciones normativas
En estos tiempos, los gobiernos dictan normas preventivas para controlar la expansión de los contagios en la pandemia. Unas normas que tienen un sinnúmero de casuísticas que las hacen entrar en contradicciones y, en más de una ocasión, caer en el ridículo. El mundo de la cultura es uno de los que padece la ridiculez de unas normas que se elaboran en el Procicat. Uno de estos casos de aberración normativa lo padecen, y lo sufren, los músicos del Liceu.
Obligatoriedad de mascarillas para ir por el teatro, utilizar de forma individual el ascensor, mantener la distancia de seguridad... y un sinfín de instrucciones. Todo funciona bien hasta que llegan los ensayos y las actuaciones. En ese punto, desaparece la distancia de seguridad. Antes de ensayar o actuar parecía importante, ahora ya no tanto. La norma se disuelve como un azucarillo.
Las mascarillas siguen en su sitio. No del todo: los músicos de cuerda mantienen la mascarilla mientras los de viento, evidentemente, no. Y, sin distancia de seguridad, empiezan a soplar al lado de sus compañeros porque, aunque no parezca que el Procicat esté puesto en ello, los músicos de viento soplan y lo hacen encima de sus compañeros durante el tiempo que dura el ensayo y las representaciones.
En ese momento, no debe haber ningún peligro. Eso sí, cuando salgan del escenario, por favor, todos con mascarilla, manteniendo la distancia de seguridad y, si sube al ascensor, hágalo en solitario. No puede --¡faltaría más!-- subirse con nadie, incluso con quién le ha estado soplando la oreja durante un buen rato.