La plantilla de El Periódico de Catalunya aún está conmocionada por la noticia de la destitución de su directora, Anna Cristeto, y el nombramiento de Albert Sáez como sucesor. Y más que la redacción, quien aún no sale de su asombro es la cesada, que se enteró de su relevo y pase al departamento de “contenidos” a la vez que el resto del staff. Nadie se tomó la molestia de informarle en privado de su futuro.
Contrariamente a lo que suele ocurrir en los diarios, donde los chismes sobre las caídas en desgracia son la comidilla más cotizada, en esta ocasión no había circulado ni un solo rumor. Además, la empresa incumplió lo que establece el estatuto de la redacción y el Estatuto de los Trabajadores pasando de informar de sus planes a los respectivos comités: el profesional y el de empresa.
La dispersión de los redactores, que aún hacen teletrabajo sometidos a un ERTE del 40%, no ha impedido que la noticia haya caído como una bomba.
Aunque las divergencias entre la directora y el presidente del comité editorial, Joan Tapia, eran sobradamente conocidas, Cristeto apenas llevaba un año en un cargo al que había llegado precisamente de la mano del propio Tapia. Ahora se especula con que su embarazo podría haber precipitado la decisión, puesto que está de siete meses y de haber esperado algo más el cese se había producido en plena baja maternal.
Prensa Ibérica querría aprovechar el cambio no tanto --como decía en su comunicado-- para unificar la redacción digital y la analógica de El Periódico, algo que ya se había hecho, sino para facilitar el proceso general de digitalización del grupo de Javier Moll, algo retrasado en este campo respecto de su competencia. Ahí es donde encajaría Albert Sáez, que hasta la fecha pertenecía a la estructura empresarial de la sociedad limitada que se quedó con la cabecera tras la incorporación de la familia Lara a su accionariado. Figuraba como responsable del área digital desde que salió de la redacción, quizá por eso en el diario nadie sabía en qué consistía su trabajo.