Cuando el Gobierno anunció que utilizaría la división por provincias para organizar la desescalada de las medidas de protección ante el coronavirus, los partidos que gobiernan la Generalitat, Junts per Catalunya y ERC, pusieron el grito en el cielo. Franquistas fue la perla más suave que dedicaron a los miembros del Consejo de Ministros, y no es que ignoren que esa división territorial es muy anterior a la dictadura, eran ocurrencias para desgastar más a quienes ya se están quemando en la lucha contra la pandemia.
En medio de los insultos y las diatribas afloraba de cuando en cuando el argumento de la perfecta organización que maneja la Generalitat --las regiones sanitarias--, que responde a la realidad, pegada al territorio y que Madrid desconoce. Era también como un alegato para justificar la necesidad de que la autonomía participase más.
Pues bien, ha llegado el momento en que la Generalitat ha hecho su segunda propuesta de desescalada y se ha encontrado con que las regiones sanitarias tampoco le sirven. Ha tenido que descolgar dos comarcas --Alta Penedès y el Garraf-- del ámbito metropolitano sur de la región barcelonesa. Y también ha tenido que recuperar el Baix Montseny, que no es comarca, ni región, sino una zona de 20 municipios --seis de la Selva (Girona) y 14 del Vallès Oriental (Barcelona)--.
Meritxell Budó, portavoz del Govern, y Alba Vergés, consejera de Salud --JxCat y ERC--, han presentado la propuesta sin pestañear ni pedir disculpas por sus improperios provincianos. Y han demostrado a quienes consieran que esta crisis es una oportunidad para ensayar la cogobernanza entre administraciones que la actual Generalitat no está a la altura.
Ada Colau, cuyo partido también se sienta en el Consejo de Ministros, ha participado impávida en la presentación de las novedades: las minirregiones sanitarias, la fase 0,5 y la posibilidad --ojo-- de acudir a los comercios sin cita previa. ¡Cómo se nota que ninguna de las tres pisa la calle!