El hombre que fue todopoderoso número dos de Jordi Pujol en los años mozos de CDC y que, tras abandonar la política, se dedicó en cuerpo y alma a los negocios, vive su particular calvario. Tras admitir en el juicio por el caso Pretoria que había cobrado comisiones gracias a las intercesiones de su pupilo Artur Mas y ultimar un pacto con la fiscalía por el cual pagará una importante suma de dinero, pero evitará una condena a prisión, el ex secretario general de Presidencia de la Generalitat vive aislado de cualquier relación social propia de un hombre tan popular en los tiempos en los que ejerció el poder a la sombra del expresidente de la Generalitat.
Con apenas una semana de diferencia, Lluís Prenafeta (Ibars de Urgell, 1939) ha sido visto en dos de los más prestigiosos restaurantes de la Ciudad Condal en idéntica actitud: comía solo, sin que nadie se aproximara a saludarle o a entablar conversión.
Bajo un aspecto especialmente envejecido, la semana pasada comía en la terraza del restaurante del hotel Alma, en la zona del Eixample barcelonés. Este martes, el hombre que más hilos movió de la política y las finanzas catalanas volvía a comer solo en el restaurante Bonanova, uno de los más apreciados de la zona alta de Barcelona, en la calle de Sant Gervasi de Cassoles. Ambos lugares se distinguen por una comida de alto nivel y un esmerado servicio. Prenafeta concluyó su ágape con un licor de alta graduación, presumiblemente whisky, y observando cómo se desarrollan las comidas de negocios o de otro tipo a su alrededor, en bucólica y no perseguida soledad.
En 2014, el empresario decía a la prensa que vivía de su pensión pública, unos ingresos que se compadecerían muy mal con el ticket de cualquiera de ambos restaurantes.