El FC Barcelona es un club ciclótimico. Una especie de montaña rusa. Por poner un ejemplo recurrente en esta noche de miércoles, madrugada del jueves ya, el Barça es un poco como Dembelé: capaz de sacar a relucir lo mejor de sí mismo --o de sus gentes-- y lo peor. Este enero ha llegado repleto de euforia en clave azulgrana pero no debemos olvidar que el pasado 31 de diciembre, tras empatar contra el Espanyol en el Camp Nou, el cielo se llenó de nubarrones grises.
Hace mucho frío en Barcelona, pero no se trata de llamar al mal tiempo, sino de poner los pies en el suelo. Algo que procuran hacer Xavi Hernández y sus pupilos, sobre todo los más jóvenes, a veces casi a regañadientes. El discurso de Alejandro Balde tras repetir titularidad en la eliminación de la Real Sociedad de la Copa tiene similitudes al que soltaba Pedri el pasado domingo, tras ganar al Getafe, también por la mínima, en el estadio.
"Hay partidos que los podemos sentenciar antes, trabajaremos en eso y mejoraremos", decía Balde. En la misma línea que se pronunció el canario tres días antes: "Tenemos que aprender a cerrar mejor los partidos, nos está costando". Otro que también valoró esta situación fue Ronald Araujo: "Seguro que ahora Xavi nos tira de las orejas por no cerrar el partido antes".
"Nos falta rematar al rival"
El entrenador también se pronunció en el mismo sentido: "¿Si sufrimos demasiado para el fútbol que hacemos? Sí, es mi sensación. Hoy, el otro día contra el Getafe... no eres efectivo cuando toca y acabas sufriendo". "Nos falta esa agresividad de cara a portería para rematar al rival. Les hemos regalado dos acciones que no nos podemos permitir", zanjaba la versión autocrítica de Xavi.
Prudentes y conscientes, como procede en el fútbol de elite, pero a todos ellos se les adivinaba esa brizna de luz orgullosa, ese halo de euforia contenida. "Estábamos a cuatro partidos y ahora ya quedan solo tres para ganar la Copa. Queremos los máximos títulos posibles", comentaba el propio Balde. Ambicioso, como no puede ser de otro modo, pero saltándose el siempre necesario "partido a partido" tan Cholista, pero también manido por Guardiola o Luis Enrique. Cabe decir que incluso al propio Xavi le cuesta en ocasiones contener la alegría. "Me voy contento del partido de hoy, hemos hecho 60 minutos brillantes y generado muchísimas ocasiones", aseguraba, satisfecho.
¿Una nueva era? Hay que demostrarlo
Poca duda cabe de que el Barça va por el buen camino, pero todavía se encontrará piedras a lo largo del desfiladero por el que asoma, tan cerca del abismo. Una de ellas se llama euforia, y es especialista en protagonizar los mayores tropiezos del nostálgico barcelonismo actual. Con Koeman se habló del inicio de una nueva era tras ganar la Copa del Rey, y el equipo terminó perdiendo la Liga contra Granadas y Levantes. A Xavi se le comparó con Guardiola el año pasado por profanar el Bernabéu con épica divina (0-4). Parecía que había vuelto el mejor Barça de la historia, y un correoso Eintracht de Europa League fue capaz de convertir el sueño en pesadilla.
Hoy, el Barça ha tomado oxígeno al ganar una Supercopa de España al eterno rival. Y no solo eso, lo ha hecho con una lección magistral de fútbol a lo largo de los 90 minutos. Posteriormente, el equipo ha encadenado sendas victorias ante Ceuta, Getafe y Real Sociedad. La primera, por amplia goleada; las otras dos, por la mínima. Frente a los de Imanol Alguacil, el Barça se gustó gracias a esa apuesta al alza que supone el nuevo once de gala con cuatro centrocampistas y una línea defensiva de época: Ter Stegen; Koundé, Araujo, Christensen, Balde; Busquets, De Jong, Pedri, Gavi; Dembelé y Lewandowski.
El sistema 3-4-3 con once de gala
Xavi ha hecho lo más difícil: dar con la tecla. Y lo ha logrado recuperando un sistema 3-4-3 que ya planificaba en verano, cuando la prensa se sorprendía de que quisiera fichar a tantos centrales y laterales físicos. La singularidad del dibujo es que participan cuatro centrocampistas en cuadrado --dos pivotes (Busquets y De Jong) y dos interiores creativos (Pedri y Gavi)-- junto a un extremo puro --Dembelé-- y un lateral potente --Balde-- para atacar y defender sin ahogarse. Pero no alcemos las campanas al vuelo tan pronto. Todavía quedan cuatro meses de ritmo frenético. Si el Barça quiere títulos, tendrá que sudarlos. Y mantener el arrojo intacto cuando lleguen los malos resultados.