Enfado en el Camp Nou que recuerda una de las grandes urgencias que tiene el FC Barcelona con las elecciones a la presidencia: se necesita un presidente cuanto antes para meter mano en las instituciones y poner orden con RFEF, Liga y UEFA porque la lista de agravios en el último año empieza a ser escandaloso. Al Barça parece que le tomen por el pito del sereno. O por el de Gil Manzano, en este caso.
Este domingo, en la final de la Supercopa de España, el Barça cayó contra el Athletic Club en un partido flojo (2-3). Los azulgranas fueron muy comedidos, no quisieron asumir grandes riesgos, conscientes del estilo del rival, basado en la defensa y la velocidad de sus puntas para buscar el contragolpe. El hecho de que durante buena parte del encuentro la posesión de balón estuviese igualada es un dato que habla mal de la propuesta de Koeman.
Permisivo con el Athletic
Sin embargo, más allá del poco fútbol exhibido por el cuadro culé, los jugadores supieron tirar de oficio y Griezmann marcó dos goles que tenían que ser suficiente para levantar la Supercopa. Así parecía que iba a ser hasta que en el minuto 89 Asier Villalibre anotó el gol del empate que mandó el partido a la prórroga. A partir del gol de Williams, en el minuto tres del tiempo extra, los leones sacaron su peor versión del juego subterráneo, aunque ya lo vinieron mostrando en muchas fases anteriores del partido con la connivencia del árbitro.
Asier Villalibre toca la trompeta después de marcar el gol de la prórroga y conseguir la expulsión de Messi / EFE
Jesús Gil Manzano no protagonizó decisiones polémicas. Acertó anulando un gol al Athletic Club por fuera de juego tras la intervención del VAR y no tuvo que señalar penaltis. Pero fue muy permisivo con el juego duro del equipo bilbaíno, cuyos futbolistas se dedicaron a dar golpes, patadas y recaditos a varios jugadores del Barça. Utilizaron la provocación buscando la reacción rival y la obtuvieron con un calentón de Messi que terminó expulsado por primera vez en su carrera. Y esa reacción de Messi es consecuencia de los constantes recaditos que le dejaban Dani García, Villalibre y compañía, pero también del enfado que llevaba con Gil Manzano, con el que se llegó a encarar en algun tramo del partido, harto de que no le señalasen faltas a favor ni mostrasen amarillas por acciones de excesiva dureza. No es la primera vez: su historial contra el Barça es demoledor.
Dani García debió ser expulsado
El árbitro del colegio extremeño dejó de señalar faltas claras y dejó sin sanción algunas acciones que eran merecedoras de tarjeta amarilla. Por ejemplo, Dani García solamente vio una amarilla, pero cometió hasta tres acciones que la merecían. Debió ser expulsado. Especialmente grave es la acción del cabezazo a De Jong, fortísimo, en boca y nariz. Si bien habrá quien pueda defender que fue fortuito, el error en la medición para terminar golpeando la parte baja del rostro del holandés en lugar del balón, era claramente sancionable. Hubiese sido la segunda amarilla, pero antes de ver la primera ya le tenían que haber mostrado una.
Dani García y Williams celebran la conquista de la Supercopa / EFE
Muniain también se libró de una amarilla después de una acción muy fea sobre De Jong, donde le agarró descaradamente del brazo para impedirle avanzar. El jugador holandés fue, como Messi, objeto de golpes, recados y provocaciones constantes. Recibió muchísimo y sancionaron muy poco. En cambio, el colegiado penalizó al Barça señalando muchas faltas en contra muy cerca del área, muchas de ellas inexistentes. Precisamente de esas acciones a juego parado nacían las únicas acciones de peligro del Athletic, tanto el gol anulado como el tanto de Villalibre que mandó el partido a la prórroga.
Solo cuatro amarillas: ¡dos y dos!
Otro jugador que se libró de la amarilla fue Berenguer, que entró en el minuto 80 con órdenes de salir a buscar el gol y una vez lograron dar la vuelta al partido le tocó emplearse a fondo en tareas defensivas. Así cometió una clara falta, buscada, que también era merecedora de amarilla, pero nuvamente Gil Manzano prefirió no mostrarla.
En un partido cuya intensidad fue claramente de menos a más, sin olvidar que se trataba de una final y que terminó con Messi expulsado, la realidad es que el árbitro solamente sacó cuatro tarjetas amarillas: una a Lenglet, una a Dani García, una a Villalibre y otra a Jordi Alba. Todo esto fue criticado por Koeman, evitando pronunciarse: "Mejor que no hable de los árbitros porque tengo que repetir cosas y no me gusta".