El Barça lo intentó, hasta el final, pero no pudo convencer a todos los actores implicados en una operación que hubiera sido histórica --y muy polémica-- para la entidad catalana: traer de regreso a Neymar Jr. Las negociaciones estuvieron muy cerca de conseguir un acuerdo entre ambas partes pese a las malas relaciones institucionales de ambos clubs, pero la falta de tiempo para convencer a los jugadores implicados en la operación --Rakitic, Todibo y Dembelé-- y las exigencias económicas del PSG hicieron saltar por los aires el trabajo de semanas.
Neymar se queda en París una temporada más, deja al club muy tocado a nivel interno y, paralelamente, Dembelé se sale con la suya, una vez más. El francés fue, según fuentes cercanas a la negociación, la última pieza del puzzle que no quiso encajar. Su negativa por salir del Camp Nou fue inamovible y con ello se terminaron las negociaciones. Un escenario que cuesta de creer para muchos dado el bajo rendimiento del jugador. La nula capacidad del club para convencer a un jugador en una operación de este calibre también es digno de estudio.
La estrategia
Su salida era una obligación para la entidad azulgrana si se pretendía tener a Neymar en plantilla por dos sencillas razones. Deportivamente el superávit de delanteros de primera clase mundial era excesivo --cinco sin contar a Rafinha y los canteranos-- y económicamente no se podían asumir fichas tan elevadas.
Pero más allá de las cuestiones internas, su cesión al PSG esconde un mensaje claro al Mosquito: no es intocable pese a la multimillonaria inversión que supuso para el club dos veranos atrás. 140 millones de euros, contando variables, que no han dado el rendimiento esperado en su misión de sustituir a Neymar. En el club se entiende que dos temporadas son tiempo suficiente para sacar conclusiones y hoy por hoy están claras. Si sigue así no podrá ser jugador azulgrana en un futuro muy próximo que ya tiene fecha: el veranod de 2020. No solo por su rendimiento deportivo y sus constantes lesiones, si no por una falta de respeto a la entidad y a sus compañeros inverosímiles.
Una foto de Ousmane Dembelé en la presentación oficial del Gamper / FCB
La cesión se entendía como una oportunidad de mejorar la plantilla y de encontrar un destino a una joven promesa que necesita mano dura para entrar en vereda y, entonces quizás, regresar al Barça. Finalmente, seguirá de azulgrana, pero el francés conoce ya el veredicto del club y la percepción que se tiene de él. Una situación que podría hacerle madurar y empezar a mostrar la profesionalidad que se le exige a un jugador de élite. Su calidad no es suficiente si no conlleva sacrificio y compromiso.
El ultimátum
Lo sabe por la inclusión de su nombre en el regreso de Neymar, pero también es consciente de ello por otras bocas. Valverde y Abidal hablaron con él y le expresaron directamente el malestar que había en el club con su persona. Se le multó por no acudir a la cita médica tras lesionarse en San Mamés y desde la entidad consideran que la pelota está en su tejado. De él mismo depende su continuidad en el Camp Nou.
Valverde contará con él, pero la tensión y el desencanto están en el punto más algido. Se percibe en las ruedas de prensa, donde el Txingurri hace oídos sordos a las cuestiones relacionadas con el futbolista. Sus compañeros tampoco evitan el tema. Lenglet fue el último en vislumbrar la realidad: "Tendrá que comer pan negro para jugar". Dembelé ya sabe que le espera.