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Marcus Rashford trata de regatear en el Celta-Barça

Marcus Rashford trata de regatear en el Celta-Barça EFE

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Rashford, más vale tarde que nunca

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A Marcus Rashford le ha costado casi 16 partidos entender de qué iba la cosa. Es verdad que si nos ceñimos a los fríos números, su rendimiento estaba siendo excepcional, siendo protagonista en un total de 15 goles, firmando seis dianas y sirviendo nueve asistencias. Pero estas cifras no podían esconder una realidad: el delantero inglés desequilibraba el equipo. ¿Por qué? Pues porque no presionaba ni que le pusieran una pistola en el cogote. Su aportación en la presión tras pérdida era tan nula como estéril, dejando siempre una auténtica autopista al lateral rival para que subiera a placer por la banda. Una situación que desesperaba a Hansi Flick, consciente que no podía echarle toda la caballería, porque sin Raphinha, el inglés era el único hombre de banda en la izquierda.

Pero el técnico alemán ya no pudo más, y en Vigo cogió al jugador en el descanso para hacer un aparte con él. Le dejó bien claro que o se ponía el mono de trabajo o su tiempo en el FC Barcelona se agotaba. Ya sea porque Flick estuvo más vehemente que nunca o porque ya veía la sombra de Raphinha asomar por el vestuario, Rashford decidió ponerse las pilas y empezar a presionar al carrilero, incluso bajando a ayudar a Alejandro Balde en más de una ocasión para facilitarle la cobertura. El resultado fue que en la segunda parte en Balaídos se vio el mejor Barcelona de la temporada, recordando aquel equipo frenético y radical de la temporada pasada, que dejó boquiabierto a más de uno. El Celta en la segunda parte apenas inquietó la portería de un atolondrado Wojciech Szczesny, con más ganas que nunca de volver a sentarse en el banquillo y vapear tranquilamente entre bastidores.

La lástima para Rashford es que solo ha despertado cuando ha visto las orejas al lobo, cuando sabe que Raphinha está muy cerca de volver y que va a ser el principal candidato de ocupar la banda izquierda. Cuando llegue ese momento, esperemos que ya ante el Athletic el próximo 22 de noviembre, haría muy bien el delantero británico de tomar nota de todo lo que hace Raphinha, con y sobre todo sin balón.

Si quiere seguir la próxima temporada en el Barcelona --el club ha de abonar una cláusula de compra cifrada en 30 millones de euros-- ha de ser consciente que los números son tan fríos como inútiles. Por mucho que aporte ofensivamente, si luego no presiona, su aportación es del todo insatisfactoria. Hasta ahora, su rendimiento estaba siendo tan desigual que nadie en la zona noble se había planteado ejecutar la opción de compra. Pero en la segunda parte ante el Celta se vislumbró lo más similar a una aparición mariana, se vio a Rashford presionar y trabajar como si fuera el último día de su vida. Con esta actitud, las puertas del Barça seguramente estarán abiertas este verano y, quizás, las del cielo también...