Robert Lewandowski celebra su gol ante el Celta EFE
Tras una Noche de Brujas tardía en Champions, compareció el Barça en Balaídos a otra larga y maldita velada sin Pedri. Éric García fue titular enmascarado en el lateral derecho porque Hansi Flick ya sabía que no podría contar con una presión alta medianamente potable alineando juntos a Rashford, Lewandowski y Dani Olmo, tres atacantes tan transparentes en labores defensivas que casi se les lee el nombre de la camiseta cuando uno los mira de frente.
El plan de partido del Barça ante el Celta quedó fiado pues al buen pie de sus laterales e interiores y el instinto asesino de sus delanteros, quienes, en honor a la verdad, acudieron a la pelea en un camión lleno de palos, cadenas y puños americanos. Rashford limpió el suelo con Mingueza, Lewa asomó por donde tocaba como en los viejos tiempos y Lamine Yamal habló de nuevo en el campo. Y déjeme que le confirme, astuto lector, que la capacidad de los vigueses para empatar el partido en dos ocasiones tuvo más que ver con la fortuna que con el centollo.
Primero, un extraño tarambane dejó solísimo a Carreira camino de la portería de Tek con el balón controlado ni medio minuto después de que Marcus tuviera el 2-0 en un mano a mano. Después, una nueva grosería de Frenkie de Jong, quien ayer se tomó como un reto personal hacer mal todas y cada una de las coberturas defensivas que le tocaron, lo puso a escenificar en el 2-2 la viva imagen de un pulpo en un garaje. Qué quiere que le diga: yo no sé si estoy para aguantar a este menda hasta 2029, la verdad.
Con todo, el Barça sufrió mucho menos de lo que se anticipaba. A la postre, el '9' que hizo esta vez un 'hat-trick' se llamaba Robert y no Borja, un taciturno Flick hizo los primeros cambios azulgranas pasado el 80', el mejor jugador sobre el campo fue obviamente Fermín, y salieron Iago Aspas y Bryan Zaragoza pero no hicieron ni el huevo. Menos meigas, oiga. Y el Real Madrid, además, ya está a tiro de Clásico.
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