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Lamine Yamal, en el  Bernabéu

Lamine Yamal, en el Bernabéu EFE

Hablemos del Barça

Un mundo feliz

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En la famosa novela distópica de Aldous Huxley, Un mundo feliz, una sociedad vivía en la eterna felicidad gracias al condicionamiento genético, a la manipulación social y a una droga narcótica, conocida como soma, que producía un estado de relajación y empatía con el resto de humanidad. Esta novela, publicada en 1932, denunciaba abiertamente los totalitarismos que iban a venir, así como las sociedades aletargadas que aceptaban con resignación el capitalismo basado en las clases sociales.
En el FC Barcelona más de uno parece empeñado en someternos al mantra de la felicidad eterna, pase lo que pase alrededor. Los ejemplos más claros en estos últimos días han sido Hansi Flick y Lamine Yamal. El entrenador alemán desmintió categóricamente las informaciones que apuntaban la posibilidad de que estuviera descontento en el club y que estuviera pensando en abandonar la entidad en verano, asegurando a los cuatro vientos ser "muy feliz" en Barcelona. Tres cuartos de lo mismo sucedió con el crack blaugrana, que respondió, tras su exhibición en Brujas, a los que aseguraban que estaba descontento por culpa de su mal rendimiento y sus problemas con el pubis, señalándoles como "mentirosos".
Evidentemente, es un buen síntoma que tanto el entrenador como el crack vayan juntos de la mano en su sendero de felicidad. Pero lo cierto es que a veces los hechos no corresponden con las palabras. A Hansi se le ve con un rictus más serio en las ruedas de prensa, más contestatario y con menos ganas de hablar, mientras que Lamine llevaba tiempo sin reencontrarse, con evidentes muestras de frustración, con el clásico como epitome, donde ni tan siquiera intentó una vez encarar a su marcador, Álvaro Carreras.
Nos cuentan desde el vestuario que Flick esta temporada está detectando y asimilando más los problemas dentro del club. Ya sea porque antes la barrera del idioma le servía como filtro o porque el equipo funcionaba como un reloj suizo, lo cierto es que el técnico alemán vivía instalado en lo más parecido al Parnaso. Sin embargo, esta temporada todo ha ido de mal en peor, desde la imposibilidad de fichar a los primeros de la lista, a la marcha repentina de jugadores claves, a la ausencia del prometido Camp Nou y a la plaga de lesiones, dejando al equipo traspuesto y descolocado. Pese a todo esto, y alguna cosa más que se queda entre bastidores, hemos de creer que Flick está más contento que unas castañuelas
No importa ser segundo a cinco puntos del líder en la Liga y estar fuera de los ocho primeros en la Champions, tampoco haber encajado 16 goles en los últimos nueve partidos, mi mucho menos seguir jugando en Montjuïc... Hay que mirar la vida con optimismo y poner una sonrisa de dentífrico 
Aquí es donde uno se acuerda de la célebre novela de Huxley. En esa sociedad futurista todo el mundo tenía una sonrisa encantadora, nadie destacaba por encima del resto y todos vivían en un éxtasis permanente. El problema era que todo era un engaño, donde los poderosos dirigían el futuro de los demás como si fueran borregos y donde la felicidad era la excusa perfecta para eliminar la imaginación. Esa felicidad ficticia, suministrada por una pastilla, tenía fecha de caducidad en el momento que alguien despertara del sueño y levantara el velo.
No sabemos si la felicidad que proclaman tanto Flick como Lamine es ficticia o no, buscando más tapar bocas y acallar a los críticos que otra cosa, pero la verdad es que si preguntamos a los culés si son felices con el juego y los resultados del equipo esta temporada, más de uno necesitaría una o dos pastillas de soma antes de contestar.