El probable fichaje del jugador del Athletic Club, Nico Williams, por el club azulgrana y la ejecución del Espai Barça tienen algo en común. Son dos operaciones que ilusionan mucho al barcelonismo, cuya esperanza es que acaben cristalizando exitosamente a pesar de haberse gestionado de manera muy torpe y chapucera. Los buenos gestores trabajan con discreción, siguiendo parámetros profesionales y con el debido respeto institucional hacia los clubes rivales, porque al final está en juego la imagen y el prestigio del Barça. 

En cambio, Laporta y Deco han optado por la chabacanería y la fanfarronería, convirtiendo el fichaje de Nico Wiliams en una innecesaria exhibición diaria de prepotencia aderezada con un circo mediático que puede poner en peligro la operación. Cuando el PSG se planteó fichar al entonces azulgrana Leo Messi en el mercado de invierno de 2021, Laporta aseguró textulamente: “No se puede permitir que el PSG falte al respeto al Barça negociando con un jugador con contrato en vigor”, cuando en realidad el club parisino tenía todo el derecho a hacerlo porque el argentino estaba a 6 meses de acabar su contrato con el Barça y en estos casos sí lo permite la normativa FIFA.

Luego Laporta, a los 6 meses, acabó engañando a Messi y le dio una patada para facilitar gratis su fichaje por el PSG, pero eso ya es harina de otro costal. Ahora, Laporta está actuando con la misma falta de respeto hacia el Athletic club que él denunciaba del PSG. Al final, Nico Williams fichará por el Barça porque el atractivo del club es muy potente, pero, igualmente, hay que exigir a los dirigentes culés que eviten actuar con tanta temeridad y falta de categoría. Han indignado al Athletic club innecesariamente, dispuesto ahora a meter más presión a la liga para que fiscalice al Barça a la hora de inscribir a sus jugadores cuando, además, el club azulgrana sigue estando fuera de la regla 1.1 a pesar de que Laporta ha dilapidado más de 1200 millones de euros en ventas de activos futuro en 5 años de mandato. 

Que el Barça no pueda inscribir jugadores con normalidad después de haber hipotecado y sobre endeudado al club hasta las trancas es la prueba más evidente del despilfarro consumado con otros gastos no deportivos y la falta de rigor económico. 

Con el Espai Barça ha sucedido el mismo engaño. Dijeron que adjudicaban las obras a la constructora turca Limak porque lo haría con menos tiempo y más barato que las constructoras españolas, más reputadas mundialmente y con más experiencia en Estadios, y resulta que no se ha cumplido ni lo uno ni lo otro. Y del millón de euros de penalización que el club debía recibir por cada día de retraso debe haber acabado en otro bolsillo.

Laporta no dejará ni las cenizas, pero hay que reconocer que es un mago desviando la atención. Debió aprender mucho de los trileros de las Ramblas. El día que refinancia la mitad de la deuda del Camp Nou porque no sabe ni como pagar la primera cuota de la hipoteca que firmó hace cuatro días planifica como distraer los focos escenificando la paz con Koeman, que ha sido muy generoso perdonándole la humillación a la que le sometió Laporta cuando volvió a la presidencia a pesar de ser una leyenda.

Lo del Laportismo radical es alucinante. Refinancias a muchos más años la deuda porque no puedes hacer frente a los compromisos financieros que has asumido, los prestamistas celebrando con champán porque son ellos los que hacen el verdadero negocio, ahogas la economía del club con una deuda disparadísima en base a una proyección de ingresos hipotéticos que nadie sabe si se cumplirán y encima los tuyos te dan una ovación y piden una estatua para ti.

Lo frustrante es la aceptación que parece tener una masa social anestesiada por el silencio y la connivencia de gran parte de la prensa que algún día podría llegar a lamentar como el Barça pasaría a ser propiedad de los acreedores. Y entonces ese día será demasiado tarde porque el Barça dejaría de ser más que un club para ser un club más.