No todas las operaciones salen bien. Un club de élite como el FC Barcelona, igual que el resto de grandes equipos de Europa, lo tiene asumido. Lo que no puede ocurrir es que, en el transcurso de cuatro años, se pierdan más de 100 millones de euros en una operación trágica --por decirlo suavemente-- para las arcas culés. Y no, no hablamos de Philippe Coutinho. El caso a analizar es el de Antoine Griezmann, cuyas idas y venidas entre el Camp Nou y el Civitas Metropolitano han desangrado hasta la saciedad las cuentas blaugranas. Ahora, el gran rendimiento del futbolista en el Mundial de Qatar 2022 está dejando en evidencia, más si cabe, al Barça.
El comienzo de esta triste historia data del verano de 2018. Justo después de ser una de las estrellas de Francia en la consecución del Mundial de Rusia, Antoine Griezmann decidió dar calabazas a los culés tras meses y meses coqueteando con la entidad presidida, por aquel entonces, por Josep Maria Bartomeu. Lo hizo, para colmo, con la ayuda de un Gerard Piqué que le proporcionó el soporte audiovisual para grabar el famoso The Decision, una especie de pseudo-documental en el que Grizi, básicamente, dejaba claro su amor por el Atlético y rechazaba la oferta catalana.
De la decisión de quedarse a la de irse
El sentimiento no debía ser muy intenso, pues bastó menos de un año para que el francés diese marcha atrás. En una rueda imparable al puro estilo Breaking Bad, la llegada de Griezmann al Barça empezó como una petición del propio futbolista y acabó complicándose hasta el punto de enfrentar institucionalmente a Barça y Atlético. Griezmann tomó la citada Decisión de quedarse en el Atlético de Madrid. Eso sí, con la condición de que su cláusula de rescisión, que ascendía a 200 millones, se redujera a 120 kilos a partir del 30 de junio, dando así más facilidades a una posible salida. La cuestión es que la operación se acabó fraguando un año después, en 2019.
Una persona clave para reconducir las relaciones rotas fue José Ángel González Franco. El abogado penalista, que prestaba sus servicios al Barcelona de manera externa --como en el procedimiento del caso Neymar--, conoció a Griezmann en el verano de 2018 durante unas vacaciones paradisíacas y se acabó convirtiendo en su abogado.
González-Franco ayudó al jugador francés a tender puentes con el club catalán, que ya no se fiaba del entorno del crack francés tras las calabazas inesperadas del año anterior, pero su intervención acarreó algunas polémicas porque también era abogado del presidente y le acusaron de cobrar una serie de comisiones que él siempre ha negado y que nunca nadie ha demostrado. Superados los miedos, las partes acordaron los términos de un acuerdo donde el Barça mantuvo las condiciones salariales pactadas un año antes y, en verano de 2019, con la herida de Anfield sangrante, ejecutó la operación.
Se enturbian las relaciones con el Atleti
El pago de la cláusula de rescisión mosqueó al Atlético, que no se quedó de brazos cruzados. El club colchonero recibió un chivatazo de un abogado francés que se había quedado sin comisión en la operación e interceptó un email donde los agentes de Griezmann reconocían los contactos con el Barça. Desde el Atlético amenazaron después con denunciar el fichaje ante la FIFA. Fue entonces cuando el Barça de Bartomeu llegó a un pacto con el conjunto rojiblanco, cerrando el famoso acuerdo de derechos preferenciales con varios jugadores del Atleti de por medio --José María Giménez y Saúl Ñíguez, entre ellos-- que nunca se ejecutó.
Más que un pago fantasma por derechos preferenciales, fue un peaje que se cobró el Atlético a cambio de no denunciar al Barça ante la FIFA. Eso acabó elevando la operación hasta los 135 millones de euros, que se abonaron con un préstamo que tuvo que pedir el FC Barcelona a terceros, mediante una sociedad de capital riesgo que se llamaba 23 Capital.
Flojo rendimiento con el FC Barcelona
Si el camino para que Griezmann vistiese la camiseta azulgrana fue arduo y tortuoso, no puede decirse que su rendimiento en tierras catalanas lo compensase. Nunca ha habido dudas sobre la calidad del jugador, pero lo cierto es que jamás logró adaptarse del todo al estilo de juego azulgrana, y mucho menos al coincidir en el campo con un Leo Messi que se solapaba en su posición natural y que nunca puso facilidades a su integración. Pasó el tiempo y, además de las críticas recibidas por su rendimiento, el panorama global se fue complicando. Llegó la pandemia de coronavirus, que sacó a relucir todas las vergüenzas económicas del Barça.
Se fichó a Quique Setién, aterrizó Ronald Koeman, dimitió en bloque la junta de Josep Maria Bartomeu y llegó la de Joan Laporta, que no ha sido capaz --pese a sus palancas e ingeniería financiera-- de resucitar económicamente al club. La complicada situación de la masa salarial y los límites del Fair Play Financiero obligaron a Laporta a malvender a Griezmann, que regresó al Atlético saliendo del Camp Nou por la puerta de atrás.
El acuerdo fue, cuanto menos, catastrófico. Inicialmente se pactó un traspaso por valor de 40 millones de euros en verano de 2022 --recordemos que al Barça le costó 120 kilos en 2019--, pero después el Atleti realizó algunas triquiñuelas para renegociar una rebaja a mitad de precio. Fichó de nuevo a su antiguo jugador estrella por nada menos que 20 millones y cuatro más en variables, una cifra de auténtica risa. En el caso de que el club colchonero lo acabe vendiendo de nuevo, el Barça cobraría la diferencia hasta los 40 millones originalmente pactados; es decir, entre 16 y 20 millones de euros.
Griezmann se revaloriza en el Mundial
Ahora, estamos hablando de un futbolista que, a sus 31 años, está siendo de los mejores del Mundial de Qatar y comanda, de forma silenciosa, a una selección de Francia que es la favorita para volver a ganar la Copa del Mundo. Todo ello, con lo que implicaría conquistar dos Mundiales consecutivos, algo que no se ha logrado desde hace varias décadas. Que Grizi está revalorizando su precio de mercado es irrefutable, como lo es también la superioridad de Francia en este siglo XXI, en líneas generales.
Además de haber ganado el Mundial de Rusia y poder ganar el de Qatar, los galos también se alzaron con el de 1998 de la mano de Zidane, Anelka, Henry y compañía. Y en el de 2006, perdieron la final contra la Italia de Cannavaro, Buffon, Totti y Nesta, entre otros. El Barça, por una parte, desea que los franceses vuelvan a ganar el Mundial por Dembelé y Koundé. Por la otra, mira con recelo la resurrección de un Antoine Griezmann que, pese a ser un crack consagrado, será recordado por siempre como uno de los fichajes más nefastos en la historia del club.