Las injusticias arbitrales sufridas por el FC Barcelona en Milán han destapado un hecho que parecía olvidado y ahora ha vuelto a quedar patente: el club azulgrana ha perdido gran parte de su influencia en los pasillos de la UEFA. Una pérdida de poder directamente proporcional, quizás, al que ha ganado el Paris Saint-Germain de un Nasser Al-Khelaifi que se ha hecho amiguete de Aleksander Ceferin en los últimos tiempos.
La postura sobre la Superliga Europea
El posicionamiento de los equipos en torno al proyecto de Superliga Europea hace que sean mejor o peor considerados, últimamente, a los ojos del máximo organismo del fútbol europeo. Y el Barça, aunque busca influir de nuevo en las decisiones de la UEFA desde los despachos, se ha encontrado con un portazo condicionado por dos factores concretos: el primero, como hemos dicho, es su apoyo a la Superliga Europea y su alineamiento con el Real Madrid de Florentino Pérez, el principal impulsor del proyecto.
"Cualquier opción de replantear la Superliga Europea sería positiva. El proceso judicial sigue, pero nuestra voluntad es llegar a un acuerdo satisfactorio donde los clubes que más generan sean los que más reciben, y hacer un formato más atractivo para el aficionado", resaltó este jueves el vicepresidente del área económica del Barça, Eduard Romeu.
En lo que se refiere a esta controversia, la Superliga marca en su calendario una fecha importante: 15 de diciembre. Ese día en concreto se determinará oficialmente si el Tribunal de Justicia de la Unión Europea da legalidad, o no, a la competición. Real Madrid, FC Barcelona y Juventus esperan el veredicto del Abogado General asignado, Athanasios Rantos. En caso de recibir una respuesta positiva, el Barça podría ingresar hasta 700 millones de euros en el 2023. De ahí que Laporta y los suyos, como es lógico, se posicionen en contra de la UEFA y a favor del novedoso --y por ahora ficticio-- campeonato.
El independentismo sigue lastrando al Barça
El otro asunto que sigue generando malestar en el máximo organismo del fútbol europeo, y que ya viene de lejos, son los pitos al himno que se producen siempre que se juegan los partidos de UEFA Champions League en el Camp Nou. El independentismo le sigue saliendo caro al Barça, pues cabe recordar que los silbidos vienen después de que, años atrás, la UEFA prohibiera la exhibición de banderas esteladas durante los partidos del torneo.
Esa imposición fue entendida por el sector independentista como una privación de derechos, y desde entonces el ambiente ha estado caldeado. No hay partido de Champions League en el que no se escuchen silbidos en el Camp Nou cuando suena el himno institucional de la Liga de Campeones. Y no hay partido, tampoco, en el que no se oigan los tradicionales cánticos de independencia en el minuto 17:14.
Laporta, dada la situación, lo tiene complicado a día de hoy para restituir la confianza de la UEFA en el Barça, y el peso del club azulgrana en los despachos del organismo europeo. Eso podría perjudicarle en el futuro de la competición, como sucedió este pasado martes con el arbitraje impune de Slavko Vincic y, desde el VAR, Pol van Boekel.